El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos.
Oscar Wilde
He llegado a una conclusión sobre el mundo de la música: de nada sirve montar un grupo si no tienes agallas de llegar hasta el final. Todos soñamos con ser estrellas del rock, giras multitudinarias, limusinas, nuestra imagen en las portadas de las revistas, groupies, coca de la buena y forrarnos haciendo lo que nos gusta. La realidad, por desgracia, es bien distinta. Los que no tengan a un Don Vito como padrino, tendrán que recorrer el camino de baldosas amarillas apretando los dientes, humildad a mansalva y coraje. Para alcanzar la fama, la gloria y la independencia económica —exceptuando casos concretos— son necesarios largos años de trabajo duro, perfeccionar el estilo, autocrítica y creer en su propia obra.
Voy a contar una bonita historia: unos chavales —influenciados por grupos como Belle And Sebastian, Depeche Mode, Pixies y Radiohead— deciden montar una banda. El primer año siempre es el más chungo: búsqueda de sonido propio, miembros que vienen y van, ensayos constantes, etc. Cuando la formación es estable y se han compuesto unos cuantos temas dignos, el siguiente paso es grabar una maqueta. Dicho y hecho. Empieza la odisea de tocar en Canarias: pocos locales, escaso público, postureo y amiguismo por doquier. Los días se transforman en semanas, las semanas en meses, los meses en años. El sueño comienza a resquebrajarse lentamente. Múltiples gastos y pingues beneficios. Problemas, problemas y más problemas. El bajista quiere dejar la banda por qué no se siente comprendido; al guitarra le apetece montar un proyecto paralelo para desarrollar sus inquietudes musicales; el batería se queja por qué pasa poco tiempo con su novia; y el cantante se cree la hostia porque es el centro de atención cuando suben al escenario. Con suerte, graban un álbum con un pequeño sello discográfico, una reseña escrita por un amiguete en Mondosonoro y actúan en Radio 3. Último acto de la función: el grupo ha pasado a mejor vida y la película ha quedado en agua de borrajas.
En mi opinión los músicos cuentan con tres defectos fundamentales: falta de paciencia, egos desmesurados y el anhelo por triunfar cuanto antes. He visto el ascenso y ocaso de docenas de formaciones canarias durante la última década y siempre es la misma (triste) historia: todo termina antes de empezar. Cuando contemplo a las típicas bandas locales —flequillos sobre los ojos, gafas de pasta negra, barbas de varias semanas, zapatillas Converse y chapas de grupos indies—, con sus ridículos aires de grandeza sin haber grabado un sencillo, intuyo que la guillotina está a punto de realizar un viaje increíble; puede que por ello el noventa por ciento tengan fecha de caducidad anticipada. Existe energía, talento y ganas de hacer buena música: solo falta cabeza (y huevos) para mantener los pies en la tierra. Cuando dejas que la autocomplacencia domine el barco lo tienes crudo para continuar adelante. Resulta espantoso (no encuentro un término mejor) que nuestro buque insignia musical más allá del Atlántico sea Efecto Pasillo. Pan y mantequilla… Estupendo, ¿verdad?
Entiendo que en Tenerife (y el Archipiélago por extensión) no existe una infraestructura musical decente, variedad de locales en los que actuar de forma constante para pulir las aristas y un público con tradición rockera. Los medios (prensa, radio y televisión) ignoran a aquellos que carezcan de manga o no toquen música comercial como la que pinchan en los 40 Principales. Canarias, culturalmente, es una porquería a todos los niveles. Si deseas que tu música llegue a las masas y ganar cheques de ocho ceros, has nacido en el lugar erróneo. La gente, en líneas generales, prefiere el hip hop, la cumbia, el reguetón, la salsa, el merengue, la bachata, etc. Me parecen géneros completamente respetables y animo a todo el mundo a que desarrolle gustos propios. En casa el rollo latino lo peta como la Coca-Cola Light en un congreso de anoréxicas: es una realidad con la debemos vivir. Seguro que Pitbull vendería más entradas que los Rolling Stones si actuara en la Orotava la próxima semana.
Nota: cuando comento que me molan las guitarras la peña cree que soy satánico, bebo sangre humana y/o heavy. ¡En pleno siglo XXI! Puta ignorancia… Ignorancia, carencia de miras y gilipollez.
Una pequeña lista que creo que puede resultar de interés:
U2 empezaron su andadura musical en 1976 y pegaron el pelotazo a nivel internacional con The Joshua Tree (1987). Once años de trabajo.
R.E.M. alcanzaron la gloria con Out Of Time (1991), ocho años después de editar su primer disco.
Lou Reed no obtuvo prestigio crítico, económico y comercial masivo hasta New York (1989). Veinticuatro años de trabajo.
A Duran Duran no se los tomó en serio como banda hasta que publicaron The Wedding Album (1993). Doce años de trabajo.
David Bowie tardó casi una década en llegar a la fama gracias a The Fall And Raise Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars (1972).
Johnny Cash fue número uno en la lista country de Billboard con Man In Black (1971), no repitió hasta American V: Hundred Highways (2006). Las matemáticas no engañan.
The Cure no alcanzaron la cúspide comercial hasta Disintigration (1989). Una década de trabajo.
Iggy Pop no tuvo una canción popular en las listas de ventas hasta que publicó Wild One (Blah, Blah, Blah, 1986). Diecisiete años de trabajo.
Nick Cave tardó dieciocho años en ser reconocido a nivel mundial (Murder Ballads, 1996).
Para todos los soñadores efímeros: mucho trabajo duro, sean humildes y déjense chuminadas, señores.
Autor:
Alexis Brito Delgado (Tenerife, 1980). Escritor, amante del cine y fanático de David Bowie, los Smiths, Iggy Pop, Nick Cave, Depeche Mode, la Velvet Underground, R.E.M. y The Verve, entre muchos otros. Autor de las novelas “Soldado de fortuna: Las aventuras de Konrad Stark” y “Gravity Grave”.
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