Ayer el Auditori de Sant Cugat se vistió de gala para cerrar su temporada, y es que nada más y nada menos que ante una sala que rozó el lleno, durante dos horas Suzanne Vega, acompañada, tal como viene siendo habitual en los últimos años, sólo por Gerry Leonard, volvió a hacer de las suyas y nos volvió a dejar claro que lo de esta Neoyorquina de adopción es de un nivel superior.
Suzanne no necesita de grandes parafernalias para transmitir las sensaciones que desprende su manera de contarnos viejas y nuevas historias que bien pudieran ser las nuestras. Con su maravillosa voz , porque esta es la descripción que más se ajusta a ese don con el que la creación la marcó desde el día de su nacimiento, acompañada por su guitarra acústica se vale y sobra para llenar cualquier recinto, y si encima viene acompañada por esa bestia de las seis cuerdas llamada Gerry, no en vano el legendario David Bowie lo tuvo a su lado en vario de sus proyectos, sin olvidar su puntual colaboración con otro de los que tiene lugar reservado en el Olimpo de los más grandes, como es Roger Waters, el concierto de principio a fin acaba transitando por territorios reservados a los elegidos.
Unos territorios alejados de las actuales modas donde todo parece ser de digestión rápida, y que por desgracia hace que una gran parte de las nuevas generaciones se reserven para ofertas más sencillas, y es que, si bien, tal como he comentado antes, la sala rozó el lleno, la media de edad de los asistentes se acercaba más a la cuarentena, o cincuentena, que a la trentena. Una audiencia respetuosa hacía la figura que tenían delante pero que soltaron cuando aparecieron esos dos grandes hits de la carrera de Suzanne, y si bien la inmortal «Luca», con una segunda parte cantada en castellano, para que si a alguien todavía no le había quedado claro de que va la canción, lo tuviera claro, se encargó de pegar una primer aceleración a las emociones de los presentes, para a continuación rematarlas con una versión eléctrica de la no menos inmortal «Tom’s Dinner», dos temas pertenecientes a su laureado Solitude Standing del 87.
Una hora y medio de concierto para que Suzanne nos fuera obsequiando con un completo repaso por su corta discografía, con recuerdos al no menos laureado 99.9ºF, otro de sus grandes trabajos, del que nunca puede faltar esa preciosidad llamada «In Liverpool», pero sin olvidarse de varios temas de su último disco, el Tales from the Realm of the Queen of Pentacles, editado hace un par de años, y que fueron otro de los grandes momentos de la noche ya que el «Crack in the Wall», más que un tema de hace dos años se nos apareció como si fuera uno de sus grandes hits de los noventa, por no hablar de «I Never Wear White», que para los amantes de las sensaciones fuertes nos llegó ya desde la primera nota de la guitarra de Gerry. Un tema cargado de la suficiente fuerza, y eso que ahí estaban ellos dos, sin el apoyo de ninguna base rítmica, para poner el Auditori patas arriba. Sin duda estos dos temas perteneciente a su último disco ya eran motivo suficiente para ir a reservar el disco. Sin olvidarnos de «Fool’s Complaint», otro temazo encargado de recordarnos que si Suzanne Vega fue grande en los noventa, ahora, a sus cincuenta y siete años, sigue en tan buena forma que cuando tenía veinte. Una gran noticia para nosotros, simples mortales, que por mucho que pasen los años, esa mágica voz siga haciéndonos volar. Por cierto, tal como se encargó de recordarnos ayer, el próximo otoño sacará disco nuevo, del que ya nos presentó en directo el primer adelanto.
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