Que Juego de Tronos es una de las mejores series de la historia de la televisión es algo que ya pocos ponen en duda. No es únicamente por la calidad de los libros en los que se basa ni por su atrevimiento a la hora de ser fiel a los sorprendentes giros del material original. Por mucho que ya no haya libros que adaptar y se esté convirtiendo en un producto más previsible que antaño, la serie sigue teniendo un nivel muy superior a la media. Juego de tronos es todo un espectáculo audiovisual. El mayor espectáculo audiovisual que estos ojos catódicos hayan visto en la pequeña pantalla. Sirva como ejemplo, este último episodio, el noveno de la sexta temporada, La batalla de los bastardos.
Estamos ante un episodio que estaba llamado a ser uno de los múltiples clímax de la serie. Los ya célebres episodios novenos de cada temporada. No es la única trama que aparece en el episodio pero el enfrentamiento entre los ejércitos de Jon Snow y Ramsay Bolton por el control de Winterfell (o Invernalia en la bochornosa versión doblada al castellano) nos propició una de las mejores batallas vistas en mucho tiempo. Tanto en cine como en televisión, esta batalla merece pasar a los anales de las grandes batallas de ficción. Ya no procede hablar de la televisión como la hermana pobre del cine. Todo lo contrario. Ya quisieran muchas películas tener el presupuesto y el saber hacer delante y detrás de las cámaras que este episodio. Este episodio fue dirigido por el británico Miguel Sapochnik (Repo men) y para la escena de la batalla se invirtieron 25 días de rodaje en los que se usaron 80 caballos entrenados y 500 extras. También hubo retoques digitales varios en post producción para multiplicar la apariencia de los ejércitos, la flechas o la niebla.
Como toda gran batalla que se precie, los momentos previos sirven para ir caldeando el ambiente. Nada mejor que un encuentro en el que las partes muestras sus cartas e intentan amedrentar al contrario. Hay que reconocer que en eso es mucho mejor Ramsay Bolton. Jon Snow le propone un cara a cara para evitar la muerte de cientos de hombres de ambos lados, pero Ramsay sabe que no tiene nada que hacer en el cuerpo a cuerpo contra Snow y prefiere hacer uso de su superioridad numérica. Sus hombres deben morir por él, pero él no va a dar la cara por ellos. Como buen cobarde, Ramsay prefiere dar las órdenes desde la retaguardia. Ramsay encarna todas las cualidades de un villano al que es imposible no odiar, es mezquino, cruel y calculador. Ramsay es la bestia a la que deseamos ver morir de la forma más lenta y dolorosa posible, se lo merece por todos sus crímenes. Si una ficción se mide por la calidad de sus villanos, Ramsay ha dado mucho a Juego de tronos. Su muerte serviría de catarsis para los espectadores. Pero estamso hablando de Juego de tronos y cualquier cosa puede ocurrir. Como buen estratega y mejor conocedor de las debilidades de sus enemigos, Ramsay conseguirá que Jon Snow cometa un error y se exponga más allá de lo aconsejable. De nada sirven los consejos de su hermana Sansa. Jon comete un acto estúpido pero totalmente comprensible, además nos ofrece una excelente escena. Pero las emociones son así, a veces no hay manera de reprimirlas y lo más primario acaba dominando a la razón. Snow es emotivo y temperamental, una combinación que puede resultar mortal en el campo de batalla.
Tras un prólogo de auténtico infarto, asistimos a una batalla como nunca se ha visto en televisión. Decenas de caballos y extras se amontonan en unas caóticas escenas rodadas y montadas magistralmente. La guerra en la Edad Media debía ser algo muy parecido a lo mostrado en este episodio. Cuerpos ensangrentados amontonándose en el suelo mientras los que todavía sobreviven luchan desesperadamente por mantenerse en pie en la confusión. Por cierto, la táctica de los soldados de los Bolton recuerda a la de los legionarios romanos, usando los escudos como primera línea defensiva y las lanzas para ir arrinconando al enemigo. La brutal escena se convierte en angustiosa para el espectador. La atemorizada y sanguinolenta masa no tiene sentimientos ni conoce de rangos a la hora de la desesperación. El drama se torna tragedia mientras Jon Snow lucha (por enésima vez) por sobrevivir. Los que siguen la serie ya saben que no siempre lo consigue. Todo es ficción, todo es mentira, pero esos terribles instantes se hicieron eternos y nos encogieron el corazón en nuestros confortables salones.
Qué grande es Juego de tronos. Larga vida a la televisión.
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