Hace ya un rato que el puñetero sol, intenta entrar por las rendijas de la persiana. Aún así, el cabrón lo sigue intentando con la fuerza del que no tiene nada que perder. Me levanto empapado en sudor. Si, también hacía calor, por supuesto. Ya estamos inmersos en el fin de semana y el cuerpo nota subir la fiebre, más por las venas que por el termómetro. Miro el mueble bar, y de reojo el reloj, el sol está aún demasiado alto para asaltar los cielos con un bourbon on the rocks. No se si será el verano, o los malos hábitos que en una consulta, alguien muy preparado, me dice que debo comenzar a cambiar, o al menos a moderar. ¿Necesito la redención?. ¿Necesito la salvación?. Dámela, pero de la mano del soul, de sonido sensual y callejero, de sudor obrero, que no tengo tiempo ni ganas de ninguna confesión. Echa un vistazo desde la ventana de ese bar que mantiene aún las luces bajas y el equipo sonando, que creo que anda por ahí un viejo camarada, de esos que tienen historias de sobra para contar, para revivir noche tras noche, día tras día, por allí veo al viejo Andre Williams.
El viejo soulman, vividor y perdedor, ganador al final de cada historia, tiene algo nuevo que contar, bajo el nombre de «I wanna go back to Detroit City», y como no podía ser de otra manera, te lo ofrece servido en vaso largo. Sucio y oscuro, negro y poderoso, como la propia ciudad de Detroit, o como fue en tiempos mejores. Su soul, mezclado con funk y esa reminiscencia blues que se asoma, comienza a sonar a todo volumen. Que se jodan los vecinos o que aprendan a disfrutar, que la vida son dos días, para ellos también. Dan Kroha, Dennis Coffey y sus respectivas guitarras son protagonistas vitales de este disco. Abre la canción que da nombre al disco, y aunque viaja por la autopista hacia Detroit, parece desviarse a cada momento buscando New Orleans. «Times» es funk, lento, sinuoso, buscando calor corporal. En «What now» todo se vuelve pop, muy sixtie. «Meet me at the graveyard» se refugia en los tonos bajos, a lo Tom Waits, consiguiendo esa sensación hipnótica.
Andre sorprende con «Mississippi Sue», con ese blues lento y profundo. Sigue queriendo volver a casa, y en «Detroit (I’m so glad I stayed)», con esas guitarras maravillosas y esa declaración de principios a la ciudad. Mordaz se muestra a ritmo funk en «Hall of fame», soltando verdades a la industria musical. Blues, amigos, blues, para cantar «I don’t like you no more», sin aditivos ni conservantes. Para decir adiós, el hipnótico instrumental, «Morning after blues», que me deja satisfecho, y convencido, que yo también quiero volver a Detroit City, y que esto es música de la calle, para la calle, de gente de verdad para creyentes en tipos como Andre.
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