Todo vuelve y todo se recicla. Como las modas, en el cine está casi todo inventado hace mucho tiempo. Cada vez queda menos terreno sin explorar y la mayoría de las veces nos encontramos con ideas antiguas presentadas con un aspecto novedoso. High-rise no es más que una actualización de El ángel exterminador (1962) de Luis Buñuel. Más de 50 años después nos vienen a contar la misma historia que ya hizo don Luis.
High-rise adapta la novela homónima de James G. Ballard (El imperio del sol, Crash). Las novelas de ciencia ficción de Ballard presentaban unas sociedades distópicas que servían como reflejo deformante de la sociedad de su tiempo. High-rise, publicada en 1975, no fue una excepción. La premisa no deja de ser atractiva, el edificio como metáfora de la sociedad me pareció muy interesante. La distribución de los pisos se hace según el nivel económico, los más pobres viven en los pisos más bajos y paulatinamente el nivel económico aumenta conforme se asciende en altura.
Tom Hiddleston interpreta al doctor Robert Laing quien se traslada al piso 25 de la torre Elysium, un edificio con todas las ventajas que la tecnología puede ofrecer a sus inquilinos y que es un micro universo en sí mismo. Laing entra en contacto con una sociedad aislada del exterior, son tales las comodidades del edificio que apenas hacen vida fuera de él. Cada persona en el edificio tiene su rol establecido dentro de este pequeño universo.
La cosa empieza bien. Hiddleston está correcto, el tipo tiene presencia y aplomo más que suficiente como para llenar la pantalla. La ambientación retro-futurista (no sé si tal término existe, pero me refiero a la estética que reproduce cómo pensaban en los años 70 que sería el futuro) es muy acertada y tiene cierto encanto. Las líneas rectas y el aspecto moderno e inmaculado del edificio nos dan una idea de cómo la sociedad se representa a sí misma, mostrando lo mejor de nosotros mismos buscando la aceptación de los demás. Pero tras esa apariencia pulcra y aseada, que Hiddelton representa a la perfección, se esconden los defectos y vicios de toda sociedad. En una temprana escena, Laing arranca la cara de un cadáver dejando ver el cráneo bajo la piel, es una repulsiva escena que parece no aportar nada pero nos indica las intenciones del film.
No me convenció ese gran actor que una vez fue Jeremy Irons y que hace demasiado tiempo que actúa en piloto automático. Aquí Irons hace de arquitecto del edificio y controlador del microcosmos contenido en su edificio. Su personaje viene a ser una metáfora de Dios, es quien ha creado el edificio y las normas de la sociedad pero no puede controlar totalmente a los miembros de la misma. Además tenemos la presencia de Sienna Miller, a nadie le amarga un dulce, como representación de la tentación y de Luke Evans como el diablo con forma de un agresivo padre de familia y documentalista que pondrá en jaque la estabilidad social del edificio. Así pues, el conflicto social y la lucha de clases están servidos. Me agradó la representación de la prepotencia de las clases altas y el desprecio hacia las clases inferiores así como el rencor de estas últimas. Me gustó la escena de la piscina y esa lucha por los lugares comunes que ricos y pobres deben compartir. La cosa promete.
Pero una vez iniciado el conflicto, el film cae en una espiral de violencia y degradación que me resultó aburrida. Ya sé que suena extraño, pero así fue. Quizás el director Ben Wheatley, del cual no había visto nada hasta ahora, no tenga la personalidad necesaria para esta historia. Wheatley se hace un lío y no sabe hacer atractiva la degradación de la sociedad. Tiene momentos interesantes (el supermercado) pero su película adolece de ritmo y capacidad narrativa. Es cierto que el caos y la violencia están bien descritos pero no así las motivaciones de los personajes. En este deformado retrato social, algo no encaja. Básicamente a uno le ronda durante toda la película el motivo por el que los personajes no abandonan el edificio, nada se lo impide pero ninguno desea irse ni siquiera cuando el horror se apodera del lugar. Otro nexo de unión con El ángel exterminador.
Por cierto, no le veo el sentido a que suenen en el film dos versiones distintas del tema SOS de ABBA, sobre todo teniendo como compositor a Clint Mansell.
Sobre el mismo tema de la descomposición de la sociedad y lucha de clases me resultaron mucho más edificantes la recientes Blindness o Snowpiercer, amén de la ya citada El ángel exterminador. Cualquiera de ellas me parece superior a esta interesante premisa mal resuelta que es High-rise.
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