En 1994, el joven Nicholas Barclay desapareció sin dejar rastro de su casa en San Antonio, Texas. Tres años después, su familia recibió una inesperada llamada informándoles de que Nicholas había sido hallado en Linares, España.
Espero que entendáis que no voy a desvelar ningún dato relevante sobre la trama de El impostor para no arruinaros su visionado. Lo que sí hago es recomendaros encarecidamente este apasionante documental. Ocurre que hay documentales que si fueran una película nos resultarían inverosímiles. Nadie en su sano juicio se creería una ficción como la narrada en El impostor. Parece imposible que algo así pueda ocurrir, pero ocurrió. El famoso dicho de la realidad supera a la ficción sigue estando vigente. Peor todavía, la realidad es siempre más perturbadora que la ficción. Podemos tragarnos aventuras de lejanos imperios galácticos o tipos en mallas intentando salvar el mundo pero esta historia tiene demasiados puntos oscuros como para parecernos creíble. Y es esta inverosimilitud la que le confiere a El impostor su innegable atractivo. El documental de Bart Layton está bien llevado a cabo y bien dramatizado, manteniendo en todo momento el suspense por el desarrollo de los acontecimientos. Algo que siempre es de agradecer y no siempre ocurre. Las dramatizaciones de los hechos están perfectamente integrados con los testimonios reales y las imágenes de archivo. Especialmente escalofriante me resultó el cinismo del protagonista principal de la historia.
Pero todo buen documental de este tipo no debe únicamente mostrarnos una realidad más o menos sorprendente, sino que debe hacernos pensar en cómo fue posible algo así y cuantas veces más puede haber ocurrido. El documental no acaba de dar todas las respuestas, quizás nadie las tenga, pero hábilmente crea una duda razonable en el espectador. Hasta la última escena asistimos impacientes clavados al asiento en busca de una respuesta.
Como su nombre indica, El impostor no versa sobre la desaparición de un adolescente, sino sobre un engaño que es llevado demasiado lejos y recibe inexplicablemente las bendiciones de todos los implicados. Puede ocurrir que vivir en una mentira sea más placentero que afrontar una dolorosa realidad, llegando incluso a que las necesidades de varias personas necesiten de esa burda mentira. Cuando el engaño finalmente sale a la luz se manifiesta algo mucho peor que llevaba oculto desde el inicio y que nadie había sospechado hasta entonces. El documental expone las posibles motivaciones de los implicados pero deja al espectador que saque sus propias conclusiones. Layton peca de manipulador al apostar claramente por una teoría que explique los hechos pero ello le sirve para crear un clímax de una tensión muy poco habitual en un documental.
Recomendable.
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