El Metal sinfónico y gótico es un estilo dulce a la par que triste. Es una herramienta de expresión para los corazones tristes, solitarios, románticos e individualistas. ¿Tópicos? ¿De veras lo creen usted así? Para nada. Es poco usual no encontrar en alguna de estas formaciones la elaboración no sólo de melodías y letras intrincadas, sino también, un complejo entramado sentimental en cada uno de sus integrantes. Quizás esa belleza se deba, como bien decía Miguel Ángel mientras pintaba los frescos de la Capilla Sixtina, a una frase lapidaria: “Donde hay mucho sentimiento hay mucho dolor”.
Rainover podría entrar perfectamente en la cuadratura del primer párrafo. La banda murciana formada por Andrea Casanova –voz-, Arturo Hernández -teclados-, Anthon Lo –guitarras, Quini Peligrim –teclados-, Antonio Perea –bajo, voz-, que se encuentra en el proceso de gestación de su tercer álbum, tiene la personalidad suficiente para, con el paso del tiempo, poder llegar a hacer cosas importantes en el panorama metalero y rockero de nuestro país. Formados en el año 2003 en la ciudad de Murcia bajo el nombre de Remembrances, editaron su primer trabajo en el 2011, llamado Crystal Tears. Después de una refundación de la banda, Andrea tomó las riendas de las voces de la formación. Momento idóneo para que la banda viajara a Prato, Italia e ir a grabar el que, hasta la fecha, es su último álbum: Trascending the blue and drifting rebirth, editado en el año 2013.
Trascending the blue and drifting rebirth se apoya en la idea de unas composiciones regadas con la dulce hiel de la nostalgia. Once canciones en las que, la formación murciana, equilibra a la perfección el impecable trabajo de la producción, por obra y gracia de Carlo Bellotti, para Wormholedeath/Aural Music, con el eclecticismo de un conjunto que, con la entrada de Andrea, sin lugar a dudas, ha sabido vislumbrar nuevos horizontes musicales. El segundo compacto de Rainover, con cortes como los dos singles, Rebirth y Cycles, dejan de lado el Metal gótico, para solazarse y recrearse en las estructuras más rockeras de Paradise Lost, su disco One Second -1997-, Host -2001-, o la música de The Sisters of Mercy –Floodland-, The Mission o Fields of the Nephilim; con Rain over my tears, Oh my cross!!, la música de Tristania, Octavia Sperati, Theatre of Tragedy – sobre todo de los tres primeros álbumes-, al igual que de las composiciones de Trail of Tears y Tiamat. Es un disco solidario, donde las muestras de virtuosismo llevadas a cabo por cada uno de los integrantes de la banda, atestiguan la compenetración y la progresiva madurez del estilo de Rainover.
El acierto de éstos como banda estriba en no incardinarse en los dogmas del Metal gótico y avanzar hacia estructuras mucho más accesibles, y eso se demuestra en el eclecticismo instrumental que despliegan en cada una de las canciones, jugando a la perfección con los elementos de música electrónica – la citada Rain Over my Tears o Dust and Down, por ejemplo. Rainover poseen canciones, melodías, técnica, actitud y una colección de canciones de las que pueden sentirse orgullosos: su presencia en numerosos festivales en Europa son el ejemplo de que la banda murciana posee un presente esperanzador y un futuro, si todo transcurre por los cauces debidos, prometedor. ¿El principal problema? No está en ellos. La producción es posible que no refleje la contundencia instrumental de otras bandas del género, pero, desde la humilde opinión de quien suscribe este artículo, los murcianos parecen haber optado por un álbum más de atmósferas en detrimento de un sonido mucho más incisivo y cortante. El obstáculo al que se tienen que enfrentar descansa en una propuesta que choca con la concepción del Rock alegre y Metal agresivo que se tiene aquí. Pero para eso están los valientes: para ir derribando muros. Con éste álbum, que no quepa duda de que, poco a poco irán atrayendo a un nutrido espectro de seguidores con su muy bien ejecutada propuesta.
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