Una película de Steven Spielberg con el añadido de la presencia de Tom Hanks es siempre un buen punto de partida, y si encima añadimos que el guión viene firmado por los hermanos Coen, la cosa, a priori, se presenta de lo más interesante.
Y la verdad es que El Puente de los Espías, a nivel general, no defrauda, y tiene momentos visuales realmente espectaculares, con una par de secuencias antológicas como son la del inicio en la que Spielberg se toma el tiempo necesario para hacerla perfecta de principio a fin; tiempo del que prescinde en otros momentos del film, como son las dos historias paralelas de ese peculiar dos por uno, y la que tiene lugar en el puente, en la que vuelve a asomarse la mano magistral de uno de los grandes directores actuales, pero al final, ni Spielberg, ni un Hanks en horas bajas, ni la presencia de los Cohen, son los grandes nombres con los que hay que asociar la película. No, de lejos, y sin duda alguna, firme candidato, no sólo a estar nominado sino a llevarse el Oscar al mejor actor de reparto, es Mark Rylance en su papel de Rudolf Abel, de largo lo mejor de la película en lo que a interpretación se refiere, y es que la recreación de la Alemania nueve años después de la finalización de la guerra que Spielberg nos recrea a través de los ojos de Hanks es de un nivel superlativo, como también lo es la plasmación de los miedos y las psicosis de una sociedad americana en plena guerra fría, y para eso, cosa que no es nueva en el cine del bueno de Steven, el protagonismo recae en la mirada de los niños.
Y en medio de todo Spielberg nos sitúa una historia basada en hechos reales en las que un abogado, en una primera parte de la película, de nuevo merecedora del adjetivo de magnífica, antes de ponerse el abrigo de negociador, se encarga de recrearnos un punto de vista legal, que en ciertos momentos de la historia reciente, pueda considerarse erróneo, pero que Donovan consigue encontrar la argumentación perfecta para poner en entredicho ciertas cuestiones patriotas, que acaba desembocando en una irregular historia de espías. Y es ahí cuando la película, eso sí, con esa fantástica recreación de la división entre las dos Alemanias, se resiente, y si bien varios son los momentos en que se nota la mano de los Coen al guion, el director no se toma demasiado tiempo en retratar al enemigo quedando la otra parte de la partida demasiado débil dejándose llevar por algunos tópicos demasiados vistos, pero cuando parece que todo lo bueno de la partida empieza a diluirse en medio de las dos cucharadas de azúcar es cuando emerge el gran Spielberg para manufacturar la fantástica, magnifica… y pongan ustedes los adjetivos que quiera, escena del puente con un plano final de Hanks mirando si hay abrazo o asiento de detrás, encargada de elevar la cinta a un nivel superior.
El Puente de los Espías no defrauda, pero tampoco consigue alcanzar esa excelencia que, de haber pulido más en su parte intermedia, sin duda habría conseguido alcanzar. Aunque, si lo piensas bien, una vez transcurridas las algo más de dos horas de metraje, te das cuenta de que tampoco hay una escena que realmente consiga emocionarte.
Te has dado prisa Perem!!. La verdad es que últimamente no trago mucho a Hanks, y me lo pienso muy mucho porque ya tuve suficiente con su papel en «El Código Da Cinco» pero bueno, Spielberg siempre es un ‘must’ aunque laxpeli no sea redonda y los Cogen no hayan metido más mano. Tendré que verla, en la 2, ayer, vi un reportaje y me gusto lo que se expuso.