Los lunes de por si, ya se suponen que son un día jodido. Pero cuando paras en el curro para tomar un café, y lees que ha muerto Wes Craven, ya piensas que vaya manera de comenzar la semana. Igual para los grandes cinéfilos, no esté a la altura de los de relumbrón que todos tenemos en mente, pero para este humilde aficionado al cine de terror, que lleva devorando películas del género, desde la adolescencia, tiene una puesto de honor en el altar sangriento, donde rindo culto a los Romero, Hooper, Argento, Carpenter… que han conseguido que la inquietud se torne en disfruté, durante el tiempo que dure el metraje. Muchas son las películas que me han provocado desazón al verla, ese sentimiento de angustia, que hace que olvides que no es más que ficción lo que sucede en la pantalla. Pero reconozco, que Nightmare on Elm Street, me provocó inquietud, convirtiendo a Freddy en uno de mis villanos favoritos y a Wes en uno de esos directores a los que idolatrar.
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ufff, me parece un director muy sobrevalorado. Dio en la diana con La última casa a la izquierda y Pesadilla en Elm Street (lo mejor de su carrera), pero el resto de su filmografía me parece bastante poco inspirada. En su haber tiene bodrios absolutos como aquella de Un vampiro suelto en Brooklyn con Eddie Murphy (lo voy a dejar así, sin más comentarios) y la saga Scream (de la cual solo era destacable la primera, el resto eran un verdadero horror). De hecho, Scream era una parodia del género slasher de décadas pasadas que, paradójicamente, lo volvió a poner de moda. Siempre pensé que Craven era al cine de terror lo que McDonald’s es a la gastronomía, mucho éxito pero poca calidad.