Bueno, bueno, bueno….. vayamos por partes. Tal como se podía escuchar días atrás en Can Basté (Rac 1), no tendríamos película si Maria en su momento no hubiese intervenido en el programa que entonces dirigía y presentaba Gemma Nierga y si en aquellos momentos Juan Antonio Bayona estuviese escuchando otra emisora, pero no, en esos momentos estaba siguiendo con atención lo que Maria le contaba a Gemma sobre lo vivido aquel 26 de Diciembre de 2004 en Tailandia.
Sí, tal como pudimos escuchar en el programa de Jordi Basté, todo, absolutamente todo, exceptuando el color de la pelota, que en la realidad era amarillo, tuvo lugar aquellos días antes, durante y después del Tsunami, por lo que cuando nos sentamos en la butaca del cine ya sabemos que los hechos sucedieron en realidad, y todo queda en manos del director y de los actores para recrear y transmitir las sensaciones por la que pasaron la familia protagonista.
Sí, Juan Antonio Bayona consigue facturar un producto técnicamente perfecto, y len a primera media hora del film ya se encarga de demostrarlo, donde no le tiembla el pulso para recrear, y a fe que lo consigue, lo que puede llegar a ser el encontrarte en una situación parecida. La amenaza, la ola, la inmediata destrucción y la lucha por la supervivencia, traspasa la pantalla y te atrapa como lo hace la corriente a María y Lucas, tal como lo haría el mejor Spielberg, como ya lo hizo en los 40 primeros minutos de Salvar al Soldado Ryan, pero una vez traspasada esta primera media hora, toca entrar en un nuevo terreno, que es la búsqueda y los recuerdos, y si hasta ese momento había tocado jugar a ser el gran Spielberg, ahora el reto es no caer en alguno de los continuados errores que suele cometer el bueno de Steven en algunas de sus películas cuando saca a pasear su lado más emotivo.
Sí, los niños están ahí porque en la realidad estuvieron viviendo el suceso, por lo que aquí nada tiene que ver el espíritu de Spileberg, pero no hay duda de que ahí algunos directores verían ahí un filón, y parece que Bayona también lo vio, aunque esto haya sido para traernos la figura de Tom Holland, sin duda el gran protagonista de la película ya que en su mirada, en su expresión, en sus lagrimas, en sus miedos y sus convicciones, es donde se ven reflejadas las emociones y sufrimientos que acompañan a la película en una actuación sencillamente antológica, que, gracias a la misma, consigue hacernos olvidar que, digamos, Ewan McGregor no está en el mejor de sus momentos, en una actuación justita, muy justita, teniendo en cuenta de que se puede esperar bastante más de sus habilidades como actor. A su lado tenemos a la siempre gran Naomi Watts, que si bien borda el papel de María, en la que recae un doble sufrimiento, ya que junto al dolor por la separación de parte de su familia se le suman duras secuelas físicas a raíz de los hechos acontecidos durante la primera media hora de la película, difícil muy difícil lo tiene ante el torrente interpretativo que derrocha a lo largo de las dos horas de película Tom Holland.
Un filón hábilmente aprovechado por Bayona para mantener al espectador dentro de la historia, con la dificultad que entraña cuando una película está basada en hechos reales y ya se sabe si va a existir reencuentro o no, y en que condiciones va a ser este reencuentro, por lo que hay que intentar, digamos, adornar, siempre en el buen sentido de la palabra, ya que estamos hablando de una muy buena película, un poco el empaque de la misma, y para eso, tal como haría Spielberg, la música ha de jugar un papel esencial, y , a modo de hilo conductor para resaltar los diversos momentos emotivos, es necesario que juegue un papel importante tanto en esos momentos en los que lo mejor del ser humano aparece reflejado, como en los momentos en que la película se torna algo previsible, y, porque no decirlo, en esos momentos en que las sendas por las que transita bordean peligrosamente la sensiblería.
Alguien puede preguntar por el momento cumbre del reencuentro, ese en que la familia consigue reunirse de nuevo, pero igual no se haría justicia y realmente la secuencia fue exactamente la que se muestra en la pantalla, por mucho que a algunos, entre los que se encuentra el que aquí escribe, no lo acaben de ver claro, pero, si realmente fue así, o por el contrario Bayona ha decidido aderezarlo un poco, no hay duda de que Steven Spielberg se levantó de la butaca y empezó a aplaudir.
Se podría seguir algunas líneas más diseccionando esta muy buena película de Juan Antonio Bayona, pero nada ya aportaría señalar que una vez más ciertos detalles de ser humano son dignos de admiración, sobre todo cuando se encuentra en una situación limite, de la misma manera que algo también queda claro, que por mucho que desgracias de este tipo, en un primer momento, puedan tener un número muy elevado de victimas, las horas posteriores al mismo, que ese número no se elevé más ya dependerá de lo mejor o peor preparado que estén algunos países.
Nota: 7
Lo mejor: La interpretación de Tom Holland y los primeros 30 minutos en que recrea el Tsunami.
Lo peor: La interpretación de Ewan McGregor y el transito por algunas sendas que bordean peligrosamente la sensiblería.
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Tengo ganas de verla, master. Un abrazo.