Tres años. ¿Qué tiene de significativa esa cifra, más allá de ser el tiempo distante entre «Dirty Work» y su predecesor, «Undercover»? Pues que nunca antes, hasta esa fecha, había pasado tanto tiempo entre dos lanzamientos de The Rolling Stones. Motivos para la demora, desde luego, no faltaron: Un año antes de la edición del disco, Jagger se lió la manta a la cabeza debutando en solitario con «She’s The Boss», decisión que terminó de hundir la ya de por sí deteriorada relación que mantenía con Richards, quién al parecer no estaba al corriente de las ínfulas solistas de su compañero. Fue un lapso de tiempo en el que el grupo se encontraba virtualmente disuelto, con algunos miembros de la banda operando en solitario, ya fuera Bill Wyman con Willie And The Poor Boys; Ron Wood uniendo esfuerzos con héroes de juventud cómo Chuck Berry, Bo Diddley o Jerry Lee Lewis o Charlie Watts retomando sus flirteos con el jazz a través de su orquesta homónima. Sólo Keith parecía guardar una lealtad casi irracional al grupo, al no embarcarse en proyecto alguno. Por si fuera poco, Ian Stewart había dejado el edificio para siempre, privándolos de un elemento de cohesión y cordura, amén de sus teclas.
Dicen las malas lenguas que Mick volvió al redil del grupo de mala gana, decepcionado por el impacto de su debut en solitario, menor del que esperaba, y que, siguen diciendo esas mismas lenguas, el cantante esperaba que fuese lo suficientemente definitivo cómo para poder continuar su vuelo en solitario a perpetuidad. Pero no pudo ser.
No, desde luego no eran los mejores condicionantes para embarcarse en la creación de un nuevo álbum, pero, sorpresivamente, «One Hit (To The Body)» no adolece del sonido ochentero de la apertura de su anterior elepé. La razón podría ser que, mientras «Undercover» fue un trabajo concebido en buena medida en la cabeza de Jagger, gran parte de la música de «Dirty Work» fue creada mano a mano por Richards y Wood aprovechando el absentismo del otrora implicado vocalista. En el plano estrictamente musical, un rock and roll de poderosas guitarras e indeterminados ecos sixties, con ciertas reminiscencias a «All Along The Watchtower» y una sorprendente nómina de invitados entre los que se encontraba un Jimmy Page qué tampoco pasaba por su mejor momento; Artistas versionados por la banda en otro tiempo como Bobby Womack o Don Covay o la señora de Bruce Springsteen, Patti Scialfa.
«Fight» continuaba en la senda del rock and roll a carta cabal -aunque no especialmente memorable, todo sea dicho-, pero el espejismo de la apertura quedaba convenientemente diluido en «Harlem Shuffle», relectura del tema de Bob & Earl que adolece de los vicios de producción tan comunes del anterior trabajo y que vuelve a contar con la presencia de Womack y el añadido de Tom Waits en segundo plano.
«Hold Back» muestra a unos stones generosos en músculo, pero faltos de dirección, esbozando momentos inspirados que terminan quedando en menos de lo que prometían. No puede decirse lo mismo de «Too Rude», cover de Half Pint totalmente falto de pretensiones, conducido por una sencilla línea de bajo y con Keith poniendo voz a uno de los momentos más reggae del redondo.
«Winning Ugly» engrosa esa categoría de cortes desdibujados, con buenos mimbres, pero mal proyectados y, sobre todo, producidos. Es una pena que un corte con un estribillo tan potente esté tan clamorosamente desaprovechado. «Back To Zero» abre con unas infames sonoridades ochenteras que hacen dudar de si no estamos ante lo peor que han grabado los stones, sin embargo consigue salvar los muebles -que no deslumbrar- cuándo da paso a sonoridades más eminentemente rock, con las que estará en tira y afloja durante todo el tema.
Retoman su pulso rockandrollero en «Dirty Work», número que no posee ninguna cualidad digna de mención mientras que «Had It With You» parece heredero de la cualidad obsesiva de temas previos cómo «Shattered», con Ron Wood aportando, además de su guitarra, un contenido saxo que ribetea uno de los temas, aún por descarte, más salvables del disco.
Como venía siendo costumbre, Keith aportaba los números si no más memorables, si reivindicables de éstos oscuros trabajos, faltos por completo de pretensiones y reluctantes a pretensiones bombásticas de cualquier tipo. «Sleep Tonight» es, con mucho, lo más orgánico y auténtico, por real, que puede encontrarse entre los surcos de «Dirty Work». Una delicada pieza equilibrada entre el piano, las acústicas y algunas explosiones de electricidad bien conducida. La joya escondida del redondo.
La coda la ponía un hidden track, una relectura del oldie «Key To The Highway»,breve número instrumental a piano ejecutado por Ian Stewart, e incluida a modo de merecido homenaje póstumo.
Engañosa cualidad la de «Dirty Work». Pese a contar con un envoltorio sónico más digno que el de su predecesor, contando con una producción marcadamente rockera, el saldo final de temas a salvar es incluso menor que el que encontrábamos en «Undercover». Supongo que el hecho de que Ron Wood tuviese que aportar cuatro de los once temas del disco es lo suficientemente ilustrativo por sí mismo de cómo estaban las cosas en el grupo: Ni subirle el volumen a las guitarras ni contar con una abultada lista de invitados iba a paliar lar carencias creativas de una banda a la deriva, que daba la impresión de continuar por inercia, grabando discos que no se dignaban a presentar repletos de material olvidable. No, The Rolling Stones nunca habían tocado fondo de esa manera. Tocaba jugarse su continuidad a una carta, y eso es justo lo que iba a suceder en su próxima entrega.
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