“Era un grupo de esos que ves en un garito por cien pavos; coca, birra y sexo, cresta de almidón, chupa con clavos. Eran cuatro mendas de una intensidad provocadora gritándole al mundo: ¡por fin ha llegado nuestra hora!”
Así retrataba el “Maestro” Joaquín Sabina las oportunidades que justifican los cambios de estilo y de otras muchas cosas en los grupos musicales. Una letra que canta mi memoria en noches como la vivida el viernes 16 de Octubre en la sala Katiuska Rock (C/ Idioma Esperanto, 2), un “garito” que, con sentido común y mejor buen gusto, apuesta por la música en directo. Una buena noche de rocanrol en una acogedora sala que casi se llenó para arropar a dos bandas con distintas influencias pero con idéntica actitud.
Empezaron caldeando el ambiente los madrileños A BajoZero, un grupo de “puro y duro” rocanrol formado por Carlos a la batería, Laura al bajo, Miguel y Pedro a las guitarras y Óskar a la voz. En sus casi cuarenta y cinco minutos de actuación dejaron muy buen sabor de oídos, aleccionándonos con canciones muy bailables y letras fáciles de recordar. “Perseguido”, “Dame una razón” o “Chica de belleza extraña” son un claro ejemplo de ello. Un quinteto con muy buena actitud y mejor talante para escenificar un estilo, el rocanrol, muy agradecido aunque con poco aporte más allá de canciones arropadas por, en contadísimos casos, el mensaje de unas buenas letras.
“Y tocaban rocanrol, algo inmaduro pero rocanrol, pelín oscuro pero rocanrol, bastante duro pero rocanrol, si no hay futuro ¡viva el rocanrol!”.
Taifa se presentaba en Madrid avalado por una impecable puesta en escena; tres grandes músicos – Luis Massot (voz y bajo), Antonio Medina (batería) y Miguel Maya (guitarra) -, siempre dispuestos al deleite porque sienten la música como pocos. Sirva de ejemplo el de Luis que no dudó en entremezclarse con los presentes para transmitirnos su pasión musical que coincide con la nuestra. Pura adrenalina desprendida por una banda a la vieja usanza donde la fusión es siempre protagonista; y aderezada con el gratificante suplemento de cinco bailarinas – Lady Vamp se hacen llamar – que compiten en belleza con unos temas que enriquecen arropándolos con sus sensuales coreografías. Todo un acierto. Musicalmente, Taifa nos cautivaron con canciones como “Todo mi existir”, primera de su ímprobo repertorio, “Algo más que respirar”, “El color de la Libertad”, “Despertando el silencio”, “Alhambra”, “El jardín de mis secretos” o “Una razón para vivir”, que nos cautivaron con la fuerza y la dulzura que brindan los sonidos perfumados con esencia arábiga y andaluza. Aunque suene arrogante, uno de los directos más contundentes que he escuchado este año.
“Hoy tocan el rap del optimista en vez del blues de la necesidad, hasta en la consulta del dentista suenan por el hilo musical”.
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