Todo en Ángela es candoroso. Su piel canela, su oscuro pelo ondulado,
su sonrisa. Ángela se recuerda de niña, y se ha subido a ese columpio
en el que jugaba aquellos días estáticos e interminables.
Ese columpio bajo el árbol del destino inició a Ángela en los paréntesis,
en la melancolía, en la inutilidad de los esfuerzos para ser distinta. Un lugar
donde ella quemaba sus reservas de imposible, sus últimas metamorfosis.
Entre el sí y el no, entre el enigma y el sueño, entre el dolor y el placer, se mece
ella con destreza. Hace que el mundo sea irreal. Se columpia en las nubes; donde
el viento es su amigo y el cielo azul un abrigo.
El columpio la devuelve a ese rincón del universo donde el alma escribe versos
y al pasado nunca vuelve. Ah columpio de la infancia, que tan alto la llevaste y en
el susurro del aire, sus sueños olvidaste.
Ángela sube, el viento la levanta. Va subiendo y el cielo tiembla; y en esa cuna luminosa,
la eternidad la contempla.
0 comentarios