El cine de animación ha dado agradables sorpresas en los últimos años, mucha de ellas fruto del talento del Studio Ghibli japonés. Y algo de ese lirismo aparece en esta estupenda cinta letona titulada “Flow, un mundo que salvar”. Uno de los principales puntos en común con el cine de Hayao Miyazaki (principal estandarte de la productora nipona, junto a Isao Takahata) es su gusto por el dibujo detallado, sobre todo en los paisajes y una historia lírica de corte ecologista.
Un argumento que nos narra las vicisitudes de un grupo de animales, capitaneados por un gato, en un mundo sin humanos y donde un desastre climático ha provocado un desbordamiento acuático por todo el planeta. En ese apocalíptico planeta un grupo conformado por el felino protagonista, un capibara, un lémur, un perro y un Ave Secretario intenta sobrevivir en un barco en lo que parece ser el sureste asiático, vista la embarcación y templos como los de Angkor Bat en Camboya. Todo mostrado con un realismo excepcional en los detalles paisajísticos y en los movimientos de las criaturas.
Además con el añadido que no antropomorfiza a la curiosa formación. En “Flow” los animales tienen conductas y movimientos no humanos, salvo alguna pequeña excepción en aras de contribuir a la narrativa, junto a un lenguaje basado en gruñidos, maullidos o graznidos propios de estos seres. Algo difícil de ver, más si cabe en un largometraje animado (ejemplo de filme mudo lo podemos encontrar en “La oveja Shaun”). Pero es que para complicar más las cosas, el guion no narra grandes tragedias ni momentos con demasiado humor, simples escaramuzas pero que, sin embargo, no aburre en ningún momento. Brillante dirección y “libreto” construido por Gints Zilbalodis que ha conseguido su confirmación absoluta.
Tanto que sorprende su nominación al Globo de Oro como película de animación y las dos candidaturas al Oscar en la misma categoría y como filme internacional (no en lengua no inglesa porque recordamos que no hay diálogos). Es probable que no gané ninguno pues los favoritos son la estimable “Robot salvaje” y la sobrevalorada “Emilia Pérez”.
“Flow, un mundo que salvar” es una notable producción (en muchos momentos y secuencias sobresaliente), con financiación letona, francesa y belga, que sin mucho artificio consigue emocionar y que disfrutemos de las aventuras de estos simpáticos animales que actúan como tales y hacen disfrutar a un público mayoritario aunque no sabemos como responderá el más joven pues no tenemos claro que este sea su principal objetivo como nos sucede con muchas de los largometrajes de Hayao Miyazaki.
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