Lo primero que llama la atención al ver esta imagen, es el sendero
pedregoso que conduce hacia la mina del yo. Un lugar, en el que
muchos comenzamos a trabajar más bien pronto. Todo despertar
es interno, por eso este hombre se ve a sí mismo llegando a la luz del misterio.
En esa cueva que es el corazón, vemos que está ella. De lo que se deduce
que es necesario el amor, para abrazar el conjunto universal, el pack completo.
Aunque parece que no están muy de acuerdo en esto.
También hay luz al final de ese sendero. Es un camino largo dado a la transformación.
Seguramente, nuestra verdadera misión en esta vida. Un propósito que no entiende
de domingos, ni festividades.
Quiero decir, si vas a crear, vas a hacerlo trabajando dieciséis horas al día
en una mina de carbón, o en una habitación con tres críos mientras estás
desocupado. Vas a crear, aunque te falte parte de tu mente y de tu cuerpo.
Crearás ciego, loco, mutilado. Con un gato trepando por tu espalda mientras
la ciudad entera tiembla con terremotos, bombardeos, inundaciones y fuego.
Querido. Aire y luz y tiempo y espacio no tienen nada que ver con esto. Es la vida
en la frontera, que no espera. Y has nacido ya subido a ese tren.
Para el amor no hay cielo, sólo este día; Esos túneles largos que se atraviesan
con jadeo y asfixia, las paredes sin ojos, el eco que resuena de alguna voz oculta
y sin sentido.
Y cuando un astro rompa sus cadenas y lo veas zigzaguear loco, y perderse,
no por ello la ley soltara sus garfios. El encuentro es a oscuras, y en su abrazo
ceñirás el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.
0 comentarios