–Y tú no pareces uno de esos –me dice Ores, guitarrista de Maika Lavera e infinidad de proyectos y bandas, mientras, probablemente, se lía un cigarrillo Chesterfield. Es muy específico, no le vale cualquier tabaco que le ofrezcas.
No estoy muy seguro, porque hace un rato que se fue del estudio y seguimos hablando. De estudio a estudio. De hogar a hogar. Artistas. Bohemios. Góticos desarrapados, suicidas imperdonables y huérfanos sin tiempo ni lugar en el mundo, un vikingo celtíbero y un vampiro corso en mitad de Carcossa. El Rey Amarillo, de putas. Los pájaros en silencio.
Los días parecen fundirse, y mientras paseo a Cassidy, que más bien me arranca el brazo a tirones –es una perra enérgica, y yo un no-muerto semi-catatónico y mustio, pienso en el mar, una y otra vez.
Estamos hablando de dos tipos zurdos y encadenados a un soleado y precioso pueblo costero de cocainómanos, hosteleros, iliteratos, terratenientes y bastardos en quad.
Es solo un paisaje más pintado en el cuadro de una pared, divago.
–Estás viejo y te estás quedando sordo –le digo yo. Pero sé que no es verdad, que soy yo el que se ha pasado demasiado tiempo lamiéndose las heridas.
Susurrar es de hijos de puta.
En ese momento me doy cuenta de que he vuelto a fumar asiduamente. Tiro el cigarrillo. Al carril. En mitad del campo. Justo al lado de casa. Isabel me regañará cuando lo encuentre, con razón. Ganarme el odio de los ecologistas o que se acabe el mundo es el menor de mis problemas, pienso.
–¿Cuándo os hago la entrevista?
Luego digo algunas tonterías, seguramente lo amenazo con mandarle alguna fotografía de mis propios genitales y empiezo a proyectar la voz. Ya no es texto, es audio. Hay frecuencia.
Sinapsis.
–John, todo esto, todo esto que estamos haciendo, es físico –me explicaba unos días antes en una visita relámpago que se convirtió en una masterclass e intercambio de insultos y elogios y un descafeinado que no llegué a preparar.
Respecto al susurro. Pienso en sus manos inmensas –el zurdo maldito mide un metro noventa, amortiguando mis pequeños altavoces a la izquierda del Mac. Con esos ojos azules cristalinos e infinitos y la satisfacción de saber que alguien está comprendiendo lo que dice.
La incomprensión y la soledad de los artistas, cuanto más brillantes, cuanto más genio tienen, y tal, ¿verdad? No, no es solo eso. Es este puto pueblo, anoto. Somos las putas personas, maldigo.
–Tenemos que ganar dinero –le digo –para poder hacer la música que nos gusta.
–Esta conversación no tuvo lugar en este orden, puto piqui blainder –me responde en mi cabeza mi mentor. Y mi teclista le da la razón, ofreciéndome un porro, que acepto.
–Pero hay dinero en esto. ¿Cuándo coño os hago la entrevista? ¿Un café mañana? ¿Esta tarde?
–Sí. Es verdad, hay dinero en esto. Y respecto a lo otro, nosotros no concedemos entrevistas. Ponte a trabajar. Organización.
–Susurrar es de hijos de puta, me la guardo –le respondo, y me río, porque me hace gracia.
–Niño, ¿tú sabes que estás como una puta cabra? –me concede, preocupado.
Maika Lavera & The Grajos actúan este próximo ocho de abril en Lemonrock (Granada), al rededor de las 18:30, presentando su amplio repertorio de versiones y covers como cuarteto por vez primera.
Una conversación contigo es una caja de bombas.. petróleo que no cualquiera sabe refinar
Tenerla contigo me sube el cociente intelectual. Gracias por tanto, y mucha mierda, maestro.
¡Eres increíble, tío!
Tu GENIALIDAD me sigue sorprendiendo cada día
¡Me siento TAN ORGULLOSA de tí!
TE QUIERO mi pequeño GRAN MAESTRO