Aunque les cueste creérselo, Jon Iturbe al frente de The Hot Dogs y The Radio Gangsters, es uno de los grandes nombres de referencia del Rock’n’Roll nacional. Tuve la suerte de conocerle y verle muchas veces y siempre me pareció uno de los front man más creíble de la escena rockera hispana.

Una especie de Michael Monroe y Marc Bolan vasco, con personalidad propia, que vivía y sentía en Rock and Roll way of Life con autenticidad. Ahora lleva un tiempo desconectado del mundo de la farándula y ha trasladado su amor y pasión al cómic belga, del cual se ha convertido en un erudito. No por ello ha dejado la música de lado y le sigue apasionando conversar sobre ello. Y para prueba todo el cariño con el que ha contestado a nuestro “Mis Discos y Yo”.

ENTREVISTA A JON ITURBE

¿Cuál es tu primer disco comprado?

La cassette de We Are The World jajaja…

¿Cómo y dónde?

Muy anodino todo, nada especial. Verano de 1985 en Zumaia, 9 años, por aquel entonces todo el mundo compraba algún disco que otro. Se emitían videoclips constantemente en televisión. Qué te voy a contar a tí que tú no sepas. Me gustaba la música, pero no más que a cualquier otr@ de mi edad. Mi primer amor musical con esa edad fueron Dire Straits, lo más popular, vaya. Aunque reconozco que, sin tener aún ningún criterio musical formado, cuando compré Brothers In Arms ya me di cuenta que algo iba terriblemente mal porque esa cosa me parecía un soberano coñazo respecto a Alchemy. Pero si me hubiera quedado ahí probablemente hoy sería el típico tipo que cuando «madura» se olvida de la música, salvo para darle la tabarra a algún joven diciéndole cómo molaba él también a su edad.

No, realmente fue un poco más tarde cuando verdaderamente la música se convirtió en lo más importante para mí. Mi aprendizaje musical va muy unido al de mi hermano, cinco años mayor que yo. Él compraba la mayoría de los discos y yo los iba asimilando. Aunque nuestros gustos siempre fueron un poco diferentes. También está la figura de mi padre que, como disfrutaba tanto haciéndonos felices, siempre nos llevaba a las tiendas de discos cuando íbamos en familia a donde quiera que fuera y nos compraba uno a cada uno. Por supuesto el descubrimiento de la revista Popular 1 también fue determinante. Como a mucha gente de mi generación, «Appetite For The Destruction» de Guns N’ Roses me enseñó que el Rock era peligro, eso acojonaba y molaba muchísimo al mismo tiempo.

Yo, cuando podía, iba tirando de discos de serie media, aquellos que llevaban una pegatina amarilla redonda con un signo de admiración en el centro y costaban 800 pesetas.

Pero fue cuando compré el Tanx de T-Rex, a 600 pesetas, fascinado simplemente por la portada, cuando cambió mi vida para siempre. Aquello era muy diferente a todo lo que había escuchado hasta ese entonces. Los arreglos, la sensibilidad, la sensualidad, la androginia… Era indescriptible pero magnético.

Otro artefacto clave para mí fue la cinta VHS del documental 25×5 de los Rolling Stones. Encontrarme con ese Jagger andrógino, acercándose a la cámara para cantar la primera estrofa de «You Can’t Always Get What You Want» en el Rock and Roll Circus de 1968 y la fabulosa pinta de Kiz. Menciono esto porque, aparte de que me enseñó que el Rock & Roll, era mucho más que sólo la música, había un abismo terrible respecto a lo que estaban haciendo en aquel momento, el disco Steel Wheels, con el que terminaba la cinta de dicho documental. Quiero decir que, desde muy pronto me di cuenta que lo que verdaderamente me fascinaba había pasado hace tiempo. Ya sé que he mencionado a Guns N’ Roses, pero me decepcionaron pronto. Así como tampoco conectaba con la dirección que estaba tomando el rock de los sellos multinacionales… Me apeé. Desde aquel momento en adelante fue sólo con algunos artistas y grupos satélites, por llamarlos de algún modo y queriendo decir que iban a su bola, con los que conecté en términos de actualidad.

Vinieron los viajes a Pamplona con mi padre y mi hermano a KirKil Records (donde descubrí que el underground molaba muchísimo más que el rock multinacional) y encontrar la tienda Beltza Records (en su primer emplazamiento) en Donostia en 1990 dónde me introduje en la música Soul… Entre el 88 y el 92 fue cuando realmente las compras de discos empezaron a resultar épicas y donde, de verdad, se forjó mi personalidad. Es decir, entre los 12 y 16 años.

¿Qué disco es tu «guilty pleasure»?

Realmente nunca deberías sentirte culpable por disfrutar con algo que el resto del mundo considera un horror. Ojo, sólo hablo de música, claro, jajaja.

Pero reconozco que siento cierta debilidad por los discos rematadamente ochenteros de artistas de los 70 que se encontraban un tanto perdidos en aquella década. Por ejemplo, me divierte muchísimo el álbum «Sweet Revenge» de David Johansen de 1984.

¿Vinilo o CD?

Tablas.

¿Tu última compra?

Una reedición del primer Ep de Les Problèmes.

¿Tu disco favorito para animarte?

Partiendo de la base de que «Street Songs» de Rick James, «Mr. Lucky Goes Latin» de Henry Mancini o cualquiera de Screamin’ Jay Hawkins son ciertamente infalibles para dibujar una sonrisa en mi boca, soy un poco contrario a la idea del «disco para». Hay una manía general, que me parece un poco necia, en aquello de que lo que te sirvió una vez, te sirve para siempre y a lo que mucha gente se aferra. Lo veo un tanto borrego, la verdad.

Hay muchísimas canciones que no necesito escuchar nunca más por el empeño de la gente en volver a hacer la misma fiesta de siempre con la misma música. Bien, la primera fiesta seguro que fue mágica y aquella canción fue la guinda, pero… ¿de verdad siempre sientes lo mismo por ella? Una consecuencia clara de esta actitud es que soy incapaz de escuchar a AC/DC hoy en día. Necesito al menos quince años de desintoxicación para volver a sentir algo por esas canciones. Y puede que a estas alturas ya ni eso sirva.

Me parece más bonito en cambio el concepto de los artistas que siempre consiguen hacerte sentir bien y seguro hayas tenido el día que hayas tenido. En mi caso ese artista es Isaac Hayes. No sé qué tienen su música y su voz, pero siempre me relajan.

¿Tu disco cuando estas nostálgico?

Esto también funciona al revés para mí. Es cuando escucho algo que llevaba muchísimos años sin escuchar que me invade la nostalgia. Como un puñetazo. La última vez fue con «A Glitter Cobweb by El Bicho». Fue una experiencia casi catártica, recordar todo lo que ocurrió en mi vida en 1995, me dejó exhausto pero feliz. También me pasó algo parecido recientemente, volviendo a escuchar las canciones «(Have You Met) Horror James?» de Royal Trux o «You’re In A Bad Way» de Saint Etienne, por ejemplo.

¿Qué sonaría en tu funeral?

1970/I Feel Alright de los Stooges jajaja.

Nah, soy bastante nihilista y además odio los funerales. Además ¿Qué iba a decir el cura del pueblo sobre mí? ¿Que aún resuenan en toda la iglesia las carcajadas, de mi hermana Ane y las mías, que siempre fuimos incapaces de contener la risa cuando nos obligaban a ir a una misa? En fin.

¿Tu banda sonora favorita?

Escucho muchísimas bandas sonoras, especialmente cuando estoy en el trabajo.

Hace un tiempo comenté en mi Facebook que había estado reflexionando sobre el porqué de esto. Llegué a la conclusión de que seguramente sea porque, al asociar la música con imágenes que la gente ha seguido con entusiasmo e interés en el cine, me crea la falsa percepción de que lo que estoy haciendo le importa a alguien. Como si yo fuera parte de la película, vaya. Es una tontería, lo sé, pero este placebo me ayuda a motivarme.

Me es imposible elegir una en concreto, depende demasiado de la manera en que me sienta en ese momento concreto. Más incluso que con los discos, digamos, convencionales. Pero voy a aprovechar para admitir que Trouble Man es mi disco favorito de Marvin Gaye. Una opinión muy poco popular, lo sé. Pero la secuenciación de ese álbum me fascina. Me parece un disco perfecto.

¿Dónde escuchas más música?

En el trabajo. Trabajo en un almacén y nunca me han puesto pegas para poner música mientras realizo mi tarea. Partiendo de la base de que ir a trabajar es tan monótono, necesito hacer que cada día sea diferente. Por eso en realidad soy muy ecléctico con mis gustos musicales. La música te permite viajar a diferentes lugares y épocas sin moverte del sitio. Casi hasta ser una persona diferente cada día. Sería ridículo escuchar siempre lo mismo.

Me gusta escuchar discografías enteras cronológicamente, dedicar un día entero a la música de un país determinado…

De hecho, entre el 2009 y el 2014 hice un experimento muy interesante. Me dediqué a escuchar una década por año. Empecé con 1920/1930 hasta la década de los 80. Me propuse experimentar, en la manera de lo posible, qué fue realmente lo que cada nuevo movimiento aportó. Fue muy revelador

Cuando vuelvo a casa, a no ser que me haya comprado algo y lo quiera chequear, a veces puedo no escuchar nada en toda la tarde.

Pero lo que nunca falla es escuchar algo tras la ducha al final del día. La última parte de la discografía de The Isley Brothers suele sonar bastante en este contexto.

¿10 discos de los que nunca te separarías y por qué?

Realmente los discos que me marcaron al principio, especialmente aquellos que me hechizaron desde la portada sin apenas alguna o ninguna referencia, son los más especiales de mi colección. Como te he comentado Tanx de T-Rex, y también el Marquee Moon de Television, School’s Out de Alice Cooper, un directo de The Only Ones llamado simplemente Live, publicado en 1989, el recopilatorio «Killer Lords» de The Lords Of The New Church…

Además, seamos francos, cuando comprabas los primeros discos más te valía amortizarlos porque no ibas a tener otro en un buen tiempo. Es difícil tener un apego tan profundo con los discos comprados después cuando ya puedes permitirte comprar regularmente. Por eso, esta lista no trata de mis discos favoritos. Sino que trata de esos discos a los que, como «objeto», más cariño les tengo.

A ver, por decirte algunos

El primero que me viene a la mente es el 10″ que Bomp editó a principios de los noventa de Stiv Bators llamado L.A. L.A.: Aparte de su espectacular cara A con los singles de la época del álbum Disconnected, la cara B esconde una joya, que, aunque suene a estar pelín inacabada, siempre me pareció fascinante. Me refiero a Factory Boy, escrita junto a Kim Fowley. No entiendo por qué no se incluyó en posteriores reediciones como L.A. Confidential. Quizá una movida de derechos, no lo sé. Pero esa canción me emociona sobremanera. Además, es el primer disco de diez pulgadas que tuve y que había visto en mi vida.

Victory Mixture/Le Chat Bleu de Willy DeVille/Mink deVille: Cuando vi por primera vez una foto de Willy en el periódico en el verano de 1990, pensé que era imposible ser más cool. Me enamoré al instante y compré Victory Mixture, disco que promocionaba en aquel momento. Este disco me lo enseñó casi todo, Dr. John, Allen Toussaint, Eddie Bo, Champion Jack Dupree, The Wild Magnolias… Amo a Willy DeVille a muerte. Porque aparte de que Le Chat Bleu, que compré muy poquito después, es uno de mis diez discos favoritos de la historia, perfecto de principio a fin, fue un artista capital en mostrarme que la actitud no estaba en sólo dar guitarrazos. Que la música es más bella que todo eso. Los maravillosos arreglos latinos, el Brill Building, el Savoir Faire francés, la tórrida New Orleans… Desde los créditos de sus discos, Willy DeVille ofrecía todas las llaves para aquellas mil y una puertas que estuve encantado de abrir. Gran parte de mi colección se nutre de géneros y artistas que conocí gracias a él.

Ésto me lleva a la siguiente elección, su productor en los primeros cuatro discos y figura clave en el Wall of Sound de Phil Spector. Así como arreglista de los Stones y Neil Young entre otros. The Lonely Surfer de Jack Nietzsche. Muchas veces he dicho que este puede ser mi disco instrumental, dejando a un lado el Jazz, favorito de la historia. Compré una edición argentina de la época, tiradísima de precio, a un tipo en eBay que no tenía ni idea de lo que estaba vendiendo. En esta edición el disco se llama «Jack Nietzsche y su sonido sorprendente» y, por supuesto, todos los títulos están traducidos. The Magnificent Seven se convierten en El Magnífico Siete. Jajaja, ¡me encanta!

Mott de Mott The Hoople. Otro disco que me marcó muchísimo en todos los sentidos. Estuve obsesionadísimo con la manera de escribir canciones de Ian Hunter. Pero es que además lo tengo firmado por él y Mick Ralphs de cuando los teloneé en Bilbo yo sólo con la acústica. Una de las noches más memorables de mi vida porque encima tuve el honor de tocar con la guitarra del propio Ian Hunter cuando rompí una cuerda de la mía. Estuvo encantador conmigo, haciendo que me sentara a su lado en el camerino para que charlara con él y su mujer.

Little Richard «Grandes Éxitos»: Cuando estuve viviendo en Barcelona por unos pocos meses a principios del 2001, me hice muy amigo de Jaime Gonzalo, uno de los mejores críticos musicales que ha tenido este país. Él me puso sobre la pista de este disco que era muy fácil de localizar en cualquier feria de discos, al menos entonces. A la vista es un recopilatorio barato de Little Richard pero en realidad esconde una explosiva grabación en vivo de 1967.

Kim Fowley’s Vampires From Outter Space.

Este es gracioso, porque podría haber servido de respuesta tanto para la pregunta del disco para animarme como para mi guilty pleasure.

Y es que este disco, publicado por Bomp en 1980, recopilatorio de grupos descubiertos por Kim Fowley, está lleno de canciones horterillas. Alguna incluso podría haber servido de sintonía de una sitcom bobalicona de la época. Pero el caso es que adoro esta bendita cosa a muerte, no puedo ni quiero evitarlo. Muy fan de Kim Fowley siempre.

Sam Cooke «Live At The Harlem Square Club» Este es muy típico, lo sé. Pero, para mi gusto es el mejor disco grabado en vivo de la historia. A mis oídos, nada puede superar lo que Sam Cooke hizo esa noche. Aunque también es verdad que es probablemente otro de esos discos que no necesito pinchar nunca más porque, me basta pensar en él, para escucharlo entero mentalmente. Lo descubrimos pronto, mi hermano y yo, tendría 14/15 años.

Nunca me he comprado ninguna reedición. Tengo la edición española de 1985 y esa es la única portada con la que concibo este álbum. Sam Cooke chasqueando los dedos con el título del álbum en luces de neón. Además, las notas de Peter Guralnick en la contraportada, explicando porque esta explosiva actuación no vio la luz en su día, añadían más magia para un adolescente impresionable como yo. Un álbum desarmante. Imposible no rendirse a la grandeza de este hombre, capaz de reír mientras está haciendo una de las exhibiciones vocales más impresionantes que se haya registrado jamás.

 

The Shangri-Las «The Leader Of The Pack»: Tengo fijación especial por las Girl-Groups de los 60. Es uno de mis géneros favoritos desde siempre. La verdad es que entre las Girl-Groups, las del sonido Philadelphia y últimamente las cantantes yé-yé francesas, paso la mayor parte tiempo escuchando canciones ligeras cantadas por mujeres. El mundo está hecho un guiñapo y esta es una gran manera de desconectar totalmente de él.

Respecto al disco en sí, faltan algunas de mis canciones favoritas y me sobran otras. Pero otra vez, como «objeto», que es de lo que estamos hablando, con su atómica portada y diseño gráfico, se convirtió en todo un fetiche. Con los años, «Past, Present And Future», no incluida en este disco, se ha convertido en mi canción favorita de ellas. Es el melodrama adolescente llevado al extremo. Cuando pregunta, shall we dance y entra ese arreglo de cuerdas es un momento sublime.

Louis Amstrong and his Hot Five & Seven: Esto fue en una pequeñita tienda de Zarautz. Encontré, varios diez pulgadas originales de la década de los 50 con las carátulas masacradas, pero con el vinilo en muy buen estado. Creo que no llegaba a un euro cada uno y me los llevé. Con un poco de paciencia y una máquina de estas para plastificar documentos restauré las portadas. Por aquello de haberlas restaurado yo mismo les tengo un afecto especial. Los álbumes eran de Laurel Hampton, Sidney Bechet Quartet & Bob Wilber’s Wildcats, Harry James, Eddie Calvert y el citado Louis Amstrong. Poco se puede añadir. Espectaculares todos, claro. En su mayoría, creo que estos son los primeros discos de estos artistas que vieron la luz en este país.

Larry Williams & Johnny Guitar Watson «The Larry Williams Show»: Siempre lo nombro, pero es que este bendito álbum me hizo sentir que estaba dando un paso más allá. Lo recuerdo bien. Cuando descubrimos Beltza Records, los primeros dos discos que compré fueron «King Of The Delta Blues Singers» de Robert Johnson y un disco llamado «One Way Out» de Elmore James. Podría haberlos incluido a ambos en esta lista perfectamente. Pero un día, cuando había empezado a ganar confianza con Luis, dueño de la tienda, le pedí que me recomendara algo y este fue el disco que me ofreció. Yo para entonces ya era fan de Little Richard así que ver a un tipo con una pinta similar en la portada sólo podía presagiar algo grande. Desde la inicial Slow Down hasta la final Trust in me, pasando por la adorable Baby, la graciosa Looking Back… Este disco era oro puro. Y lo mejor era que no lo conocía nadie de mi entorno. Por eso digo lo de sentir que estaba dando paso más allá. Por supuesto, cualquier aficionado serio conoce a Larry Williams y Johnny Guitar Watson, pero en aquel momento para mí, siendo tan crío, esto era lo más.

Swamp Dogg «Rat On!»

Este es uno de los discos que más tardé en conseguir en mi vida. Recuerdo ver su portada en el libro » La guía esencial del Soul» que escribió Patricia Godes a principios de los años noventa. Esa portada con este tipo, montando una rata, me voló la cabeza. Tenía que conseguir ese disco como fuera.

Pero hasta que no llegó la era internet, me fue imposible localizarlo en ninguna parte. Tras tantos años de espera, cuando llegó el paquete, por supuesto mi grado de excitación era enorme. El caso es que no tardó mucho tiempo en ser reeditado por Alive Records (dos o tres años) pero obviamente prefiero mi prensaje original americano de 1971.

Adoro a Swamp Dogg, siempre tiene una manera de resolver las melodías que hace que sus canciones sean mucho más interesantes que la mayoría del resto. Sus letras también son muy especiales y poco comunes en el género Soul. Para mí es uno de los más grandes de su época. Ace Records publicó un recopilatorio en 2011 de sus singles entre 1963 y 1989 y es uno de los CDs que con más frecuencia he escuchado en los últimos diez años. La canción Buzzard Luck de la época del álbum Gag A Maggot es feroz. Así como todas las canciones de la década de los 60, más desconocidas, pero igualmente ocurrentes y únicas.

También son inolvidables los discos que produjo con «I’m A Loser» de Doris Duke a la cabeza. Menuda obra maestra del Deep Soul. Sin querer desmerecer a Sandra Phillips, si uno compara su interpretación de «To The Other Woman», también producida por Swamp Dogg, con la que grabó Doris Duke en este disco para mí no hay color. La de Sandra Phillips es muy buena pero la manera en que Doris Duke sabe remarcar las palabras para que la letra se te clave en el alma es de otro mundo. Es una pena que se esté olvidando ese tipo de arte en favor de los gorgoritos y manierismos superfluos.

by: Laurent Berger

by: Laurent Berger

Tsi – Na – Pah estudió Bellas Artes y más tarde cocina. Actualmente recorriendo Andalucía vendiendo y comprando viejos vinilos. Apasionado del rock progresivo y del rock americano de los setenta. Colaborador en distintas revistas musicales y tiendas de música en la época donde se vendía música de verdad.

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