Ya sabemos cómo es esto de los festivales: al final asistir a un festival consiste en ir seleccionando de toda la amplia oferta de grupos y escenarios que los que más te interesan. Es una tarea complicada sobre todo en un festival de las dimensiones y la diversidad del Mad Cool. Con escenarios tan espaciados y artistas tan interesantes, siempre acaban coincidiendo en el tiempo grupos que quieres ver. Lo cual no evita que tengas la sensación de ir rebotando de un escenario a otro en una maratoniana jornada. Los festivales son así.
La verdad es que el primer día del festival fue perfecto. La organización me pareció impecable. Había algo de la lógica confusión del primer día mientras todo echa a rodar. Me cuentan que hubo un fallo informático en las recarga de pulseras, pero la verdad es que a mí no me afectó. Yo entré sobre las 18:00 H de la tarde y no había aglomeraciones. El eterno trayecto desde el metro rodeando Ifema se hizo fluido a esas horas. Supongo que los que apuraran para ver a Metallica (craso error) tendrían un atasco ingente. Si al Mad Cool se le llama La Ratonera, es por algo. Andaros con ojo con este recinto que puede ser muy traicionero a las horas punta.
Ya dentro del recinto del Mad Cool aplaudo lo de las fuentes para agua potable, me pareció algo muy inteligente que se echaba de menos en otros festivales veraniegos. Me agradó también la amplia zona de restauración y los Food tracks. Debo destacar la amabilidad de todo el personal del festival. Me gustó que los de seguridad repartieran agua entre las primeras filas e incluso se mangueara con agua al personal para evitar golpes de calor. Respecto al peliagudo tema de los baños, afortunadamente no hubo grandes atascos ni en el femenino ni en el masculino. Algo que es de agradecer. La verdad es que hay muchos baños y bastante amplios, con lo cual no se forman las indeseables filas. Entrando al festival me di cuenta que hay gente de todo tipo. Hay muchas tendencias que van desde pijos, amantes del metal, adict@s al instagram, punks, gente inclasificable y rockeros de pro. De todo lo que vi, me quedo con la chica que llevaba tatuada la cara de Dusti (el de Stranger Things) en un gemelo, lo flipo. Ayer lo que primaba eran las camisetas de Metallica. Digamos que el 60% (así, a ojo) del recinto llevaba algo relacionado con Metallica, bien una gorra o una camiseta de la gira del año 90. Pero vamos, ya digo que el personal era de lo más variopinto. Respecto a la procedencia del personal, yo diría que el 50% (como poco) eran anglosajones. ¿Mascarillas? La mía y la de algún otro hipocondriaco más, para el resto de los asistentes al festival el COVID es cosa del pasado. Espero que estén en lo cierto.
Para empezar el Festival intenté ver a Wolf Alice. Pero me confundí en los accesos para la prensa y llegué tarde. Vi a Wolf Alice ya empezados y la verdad es que me parecieron algo fríos a pesar del calor. Quizás su música se disfruta más de noche. Lo cierto es que defendieron bastante bien su discografía, aunque Ellie Rowsell me resultó distante. Me escapé a ver a la argentina Catnap y sus oscuros y salvajes beats. Pude disfrutar del hardcore californiano de Thrice de los que gocé especialmente con su versión del Helter Skelter (la canción que lo cambió todo, amigos) de The Beatles. El que me sorprendió muy gratamente fue Yungblud, un tipo entre emo y punk al que apenas conocía y que me sorprendió gratamente por la rabia que transmitía con su forma de correr de un lado para otro. El tipo lo dio todo. Primera sorpresa del Mad Cool 2022.
Mi intención era ver y disfrutar del concierto entero de Placebo, cuyo retorno con Never Let me go es uno de los mejores del año pero… justo antes me habían recomendado encarecidamente a Frank Carter and the Rattlesnakes. Así pues, sacrifiqué parte del concierto de Placebo para ir a ver a Frank Carter y la verdad es que la recomendación no pudo ser más acertada. El puto Frank Carter es un animal de mucho cuidado. Una bestia parda. Un cafre sobre el escenario de los que no quedan muchos. Vamos, todo un showman punk acompañado por una banda no menos macarra. Y la verdad es que me lo pasé francamente bien, el tipo no paró de cantar sobre el público e incluso hacer el pino entre una audiencia entregada. Todo un espectáculo. Ya tenemos el primer ganador del miércoles del Mad Cool. Aún pude disfrutar del final del concierto de Placebo y su recuperada versión del Running up that hill de Kate Bush. Todo ello para corroborar que Brian Molko y compañía siguen manteniendo sus facultades intactas.
Tocaba el turno de ir a ver a Metallica quienes, una vez más, no defraudaron a sus fieles. Un concierto de Metallica es algo más que un concierto, es una celebración entre el grupo y sus seguidores, algunos de ellos desde hace 40 años. Empezó como siempre el concierto con las imágenes del bueno, el feo y el malo y la sintonía del éxtasis del oro de Morricone. Para dar paso a un grupo que se ha ganado a pulso el éxito que tiene. Metallica es uno de esos grupos elegidos que da igual que haga 6 años que no sacan un disco, encabezan festivales y llenan estadios allá por donde van. Por algo será. Ayer ofrecieron otro espectáculo de heavy metal a base de trallazos incontestables. Ellos saben lo que el público quiere escuchar y desde luego se lo dan. Obviaron sus últimos trabajos y se centraron más en sus mejores Años. No faltaron clásicos como Whiplash, Ride The lightning, Enter sandman (que sonó muy pronto), Sad but true, Nothing else masters o For Whom The bells toll. Hay que reconocer que los tipos se mantienen en una forma envidiable a pesar de estar ya cercanos a los 60. Increíble cómo tocan estas vertiginosas canciones a esa velocidad y con la pasión con la que lo hacen noche tras noche. Además, el apabullante montaje escénico (pantallas, bolas de fuego, los fogonazos) fue sobresaliente. Me sorprendió gratamente el montaje de Moth into flame. Fueron dos horas de concierto que hicieron las delicias de sus seguidores.
Aunque un servidor, como ya había visto a Metallica en el 2019 y en este mismo recinto, decidí jugármela e irme a ver a Yves Tumor. Llamadme sacrílego, hijos del metal. El inclasificable Yves Tumor ofreció un espectáculos oscuro, denso y lleno de provocación. Desde la fusta que portaba, el guitarrista que parecía sacado de la banda de Ozzy Osbourne o la bajista salida de la película Foxy Brown, todo era de lo más bizarro. Bien. Lo de Tumor es electrónica experimental con provocación pura y el tipo no defrauda en directo.
Al rato tuve que tomar una delicada decisión debido a que coincidían dos de los grupos a los que más ganas tenía. Ver a Chvrches o a The Last Internationale, pero la decisión estaba clara. Me decidí por The Last Internationale. ¿El motivo? Pues que frente al synthpop de Chvrches (que me gustan, ojo) The Last Internationale son una jodida maravilla en directo. The Last Internationale derrochan energía y pasión por los cuatro costados. Sinceramente, creo que acerté porque el concierto de ayer de The Last Internationale fue los momentos álgidos del Miércoles. Mucha gente que volvía del concierto de Metallica se metió en el escenario vibra Mahou al escuchar su música y se quedaron flipados de la energía que desprende esta banda en directo. Al llevar otro bajista, Delila se libera de su instrumento y está mucho más libre sobre el escenario. Más bien desatada. Además se les nota muy rodados tras abrir para Kiss y Guns n’Roses. Lo dicho, conciertazo y segundos ganadores de la jornada para un servidor.
Aún tuve tiempo de ver el final de Chvrches y certificar que acerté de lleno. Por mucho que me gusten sus discos y que Lauren Mayberry se pinte los brazos de sangre, todavía le falta bastante para ser un animal escénico.
Lo dicho, primer día del Mad Cool con un balance más que positivo.
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