El viejo Guillermo de Baskerville nos ha dejado a los 90 años de edad. Sean Connery, escocés de Edimburgo, actor de fama mundial, icono en muchos de sus papeles, y el eterno James Bond para muchos de los fans de la saga, falleció en su residencia de Bahamas, donde residía junto a su 2ª esposa desde hacía de más de 20 años.
Su importancia frente a la cámara puede que opacara su militancia por la independencia de Escocia, su papel como productor o su asociación inmediata al personaje que Ian Fleming creo para sus novelas.
Tras varias años intentando hacerse un hueco en la industria, fue su 1ª aparición como Bond la que le lanzó al estrellato. Su impacto fue inmediato, llegando a protagonizar hasta 6 cintas de la saga, clonando su imagen con la que el gran público tenía del famoso agente del servicio secreto británico. En los 80 volvió a ponerse su piel en una película alejada de la oficialidad de la saga, “Nunca digas nunca jamás”, incluso puso voz al personaje en un video juego que se creó en 2005.
Pero su inquietud le alejaba del personaje. Ya en esos años juntó su talento al de Alfred Hitchcock o Sidney Lumet, en trabajos tan notables como “Marnie, la ladrona” o “La colina de los hombres perdidos”, pero sería en los 70 cuando lograría desvincularse del personaje que le izó a la fama al protagonizar cintas tan buenas como “El viento y el león”, “El hombre que pudo reinar”, “Robin y Marian”, “Un puente lejano” o “El primer gran asalto al tren”, uniéndole a directores de tanto prestigio como John Huston, Richard Lester o Richard Attenborough.
Los años 80 le encadenaron al estrellato, y películas como la adaptación espacial que Peter Hyams hizo de “Solo ante el peligro”, en “Atmósfera cero”, su acercamiento a la ciencia-ficción en “Los inmortales” y, sobre todo, sus inolvidables apariciones en “El nombre de la rosa”, “Los intocables de Eliot Ness” y “Indiana Jones y la última cruzada”, como Guillermo de Baskerville, Jim Malone y Henry Jones, padre de Indiana, respectivamente, lo dejaron pegado al colectivo popular. Su talento, su presencia, su carisma, su implicación personal en los proyectos y el reconocimiento internacional le llegaron y ya pasó a ser uno de más de nosotros. Ganó el Bafta, el Oscar, el Globo de Oro, y un montón de premios internacionales más por sus trabajos.
Gracias a ello, los años 90 ya vendían su imagen, y una película se estrenaba y publicitaba con su nombre y fotografía. Algunas como “La casa Rusia”, “”Los últimos días del Edén”, “Causa justa” o “La trampa” no pasan del entretenimiento puro, pero sigue protagonizando alguna que otra que merece un reconocimiento más allá de su leyenda, como “La caza del octubre rojo” o “Descubriendo a Forrester”.
Esos años empezó a sospecharse de que sufrir diversos problemas de salud que le fueron apartando poco a poco de la gran pantalla, hasta que en 2003 dijo adiós definitivamente con “La liga de los hombres extraordinarios”.
Un tipo que iba mucho más allá del smoking, la pistola y el vodka con Martini seco, mezclado no agitado.
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