Marzo de 1990, Depeche Mode publican Violator, su séptimo disco de estudio. El mundo, al menos el mío, nunca volvería a ser igual. Hagamos un poco de memoria. Depeche Mode habían iniciado su andadura en 1981 bajo la batuta de Vince Clarke. Facturaban ese techno pop ingenuo y bailable que estaba muy de moda en la época. Influidos por el sonido sintético de Kraftwerk, Depeche Mode eran abanderados de un techno bailable y hedonista. Sin embargo, Vince Clarke abandonó el grupo tras este primer LP y los tres miembros restantes decidieron seguir a pesar de que su compositor principal había desertado. Las cosas no fueron fáciles, el tímido Martin L. Gore asumió las tareas de compositor a pesar de no estar muy familiarizado con los sintetizadores. Hubo algún disco un tanto disperso como A broken frame (1982) o Construction time again (1983) en los que se notaba que estaban buscando su propia identidad, pero en el que se vislumbraba un talento por pulir. Llegamos a 1986 y DM publican el que quizás sea su primer gran trabajo: Black celebration. Los ambientes oscuros ganan terreno y se nota una mejoría en las composiciones de Gore y, sobre todo, en los programaciones y arreglos de Alan Wilder. El sonido que Wilder imprime en el estudio a las canciones de Martin Gore definió el sonido de Depeche Mode tanto o más que la voz de Dave Gahan.
Music for the masses (1987) fue el intento, nunca disimulado, de llegar por fin al gran público, sobre todo al norteamericano. Los coros grandilocuentes y los épicos arreglos de este disco les llevaron al éxito masivo y a llenar grandes estadios, como atestigua el doble disco en directo 101 (1988). (Nota del autor: 101 es el disco en directo que, llamadme sacrílego, más he escuchado en mi vida.) 101 era el resumen ideal de la carrera hasta ese momento de DM y lo sigo recomendando para iniciarse en la fascinante discografía del grupo.
El sonido de DM que se fue afianzando cada vez más como en Music for the masses y que llegó a su máxima expresión en Violator (1990). En verano de 1989, Dm lanzaron el single Personal Jesus. Era un sonido que fusionaba a la perfección un simple pero efectivo riff de guitarra con las bases techno propias del grupo. Sonaba como si Johnny Cash se hubiera apareado con Kraftwerk, Personal Jesus supuso la fusión perfecta de tecnología con actitud rock. Obviamente, fue un éxito instantáneo y se convirtió en la canción inevitable en todos sus conciertos desde entonces. De hecho, Johnny Cash grabaría una versión de Personal Jesus, mucho mejor que esta otra de Marlyn Manson.
Pero lo mejor estaba por llegar, varios meses después apareció Violator. Un disco casi perfecto de solamente 9 canciones y apenas 47 minutos. En Violator no falta ni sobra nada. La obra de un grupo que, tras casi una década, alcanzaba su cima creativa y de popularidad. No podemos olvidar la labor del productor Mark Ellis, también conocido como “Flood”, y las mezclas de François Kevorkian.
El inicio con World in my eyes no podía ser más sorprendente. Tenía un buen beat perfectamente bailable pero la voz de Gahan y los coros de Gore le daban un singular toque. Sweetest perfection está construida sobre un sample de percusión al que se fueron añadiendo efectos, quizás sea el tema al que más me costó pillarle el punto. No era un tema fácil ni comercial, tampoco es la típica canción que Martin Gore se reserva para cantarla, pero se convierte en irresistible tras unas escuchas. No pasaba lo mismo con la intemporal Personal Jesus, aquí en una versión distinta a la del single que se fusionaba en su parte final con la versión remezclada. Tras el subidón de Personal Jesus venía la aparente calma de Halo que poco a poco se iba descubriendo como otro trallazo de buen techno pop. Llegamos a la joya que cerraba la cara a (os recuerdo que hace 30 años los discos tenían caras): la delicada y frágil Waiting for the night. Es este un tema realmente hermoso, alejado de los patrones habituales de la balada de los años 80. Sobre una cama de efectos de sintetizador Gahan canta una emotiva letra sobre la búsqueda de la paz y la tranquilidad interior. ¿O habla de esperar a la noche para encontrase con su amante? Algo que casa bastante con Enjoy the silence, el otro super hit de Violator con el que suelen acabar sus conciertos. Un tema perfecto de principio a fin que ha resistido perfectamente el paso del tiempo. Inicialmente iba a ser una balada con la voz de Gore y un piano como único acompañamiento, pero en el estudio se le aceleró el ritmo, se añadieron instrumentos (incluido ese singular riff de guitarra) y Gore decidió cederle la voz cantante a Dave Gahan. Me gusta incluso ese oscuro interludio musical que desemboca en Policy of truth, otra gema que fusiona el sonido techno con la estructura de un tema de rock. Pero para gema, la que venía después: Blue dress. Un tema que no me convencía al principio y que con el paso del tiempo se ha convertido en mi favorito. ¿El motivo? A parte de su peculiar sonido con un continuo loop, una genial letra sobre fetichismo y voyerismo. Blue dress contiene un interludio instrumental con coros que parece un descarte de Mussic for de Masses para desembocar finalmente en Clean: un oscuro tema que pasa de lo atmosférico a lo épico para ser un cierre perfecto.
Hubo canciones que se quedaron en el tintero y se usaron como caras b de los singles. La verdad es que hasta en eso estuvieron acertados. No son malos temas pero creo que su sonido más ochentero no acababa de encajar con el sonido algo más avanzado de Violator. Aún así Dangerous, Happiest girl o Sea of sin son disfrutables aunque no han soportado igual de bien el paso del tiempo. Eso sí, los instrumentales Kaleid, Memphisto y Sibeling no dejan de ser anécdotas a las que únicamente los más fanáticos del grupo les encontrarán cierto encanto.
Lo dicho, Violator es el trabajo de un grupo en estado de gracia. Estado que duraría todavía un disco más, pero esa es otra historia.
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