No suelo recordar los sueños. Ni tan siquiera aquellos que me producen intranquilidad. Es algo que me ha pasado casi siempre. O al menos hasta donde llegan mis recuerdos. Alguien me dijo una vez que los dejase impresos en papel en el justo momento de despertar. No suelo estar a esos en el preciso momento del regreso del reino de Morfeo. Allí se quedan mis sueños enterrados bajo la pesada lápida del pasado. Da igual que sean inquietantes o placenteros. La mente es poderosa. En algunos casos tanto, que termina quebrando a la razón. Cuando atrae a alguien hacia sus perversos laberintos de voces solo consigue provocar dolor alrededor. A veces hay quien de ese pozo consigue volver translúcida la inspiración. Pero es algo al alcance de muy pocos. Y no por ser un genio consiguen salir indemne de las brumas ocasionadas en el subconsciente. Como un largo viaje sin retorno por los senderos de la percepción a veces inducido. Otras forzado.
Como banda sonora de ese trayecto a los misterios insondables de la mente. Como píldora con forma de billete hacia el país de las maravillas o a la boca del miedo, dependiendo del vehículo utilizado se incorpora este “Black acid, pink rain”, primer larga duración de los portugueses Jesus the snake que en las cinco estaciones de parada com forma de canciones que conforman este disco dan rienda suelta a ese sonido lisérgico de influencia arraigada en el progresivo de los 70 y las atmósferas a la vez envolventes y evasivas del rock psicodélico. Cinco canciones instrumentales con fuerte e importante presencia de unos teclados que como en “Duna” se convierten en motriz. El cuarteto portugués se muestra capaz como demuestra la bella introducción de “Karma” que abre este disco donde marcan con precisión los tiempos durante los diez minutos y medio que dura la canción. “Floyds I” se mece en terrenos próximos al jazz mientras la guitarra dibuja bellos parajes donde parece morar una hipnótica calma.
“Floyds II” sigue mostrando los mismos parámetros con una precisa cadencia premeditada con la que van construyendo paso a paso la canción. Tras la ya nombrada “Karma”, llega el final del viaje de la mano de la canción que pone nombre a este trabajo. Diez minutos en los que se abrazan por un lado la épica y por otro ese remanso de paz constante que transmite este trabajo para fundirse como orilla de océano que besa la tierra. Jesus The Snake se suman a esa maravillosa nueva generación de bandas que revisitan ese heavy psych cuyo origen se centra en los 70 para actualizarlo y colocarlo de nuevo es un plano alto y constante.
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