«Serotonina» es la nueva novela de Michel Houellebecq, que como se escribió en su día es «la primera estrella literaria desde Sartre». Y como de costumbre sigue trascribiendo las miserias de la sociedad occidental contemporánea. Libro corto que no llega a las trescientas páginas pero que encierra una primera parte donde Houellebecq demuestra lo enorme escritor que es. Un sentido del humor que encierra un pesimismo vital pero que en más de un momento resulta una carcajada continua con su afilado sentido del humor y sus opiniones de una incorrección política nunca vista (se llega a afirmar que Francisco Franco fue un «gigante del turismo» entre otras lindezas). La segunda parte es menos humorística y más nostálgica y aunque funciona no llega a la altura de su arranque.

No es desde luego «Las partículas elementales» o «Plataforma», ni sea renovadora como «La posibilidad de una isla» o «El mapa y el territorio» pero tiene grandes momentos como «Ampliación del campo de batalla», novela que vemos inferior o «Sumisión». Houellebecq sigue diseccionando con afilado bisturí al burgués de este tiempo, en este caso a un rico ingeniero agrónomo que en un arranque nihilista decide abandonar su vida anterior y comenzar una huida hacia ninguna parte, fruto de su depresión tratada con un fármaco que le permite no estar sumido en la tristeza pero a cambio acaba con su libido. Y como en casi todas las novelas del francés el sexo y la pornografía tienen lugar destacado. Todo un catálogo de desviaciones que contienen «gang bang», zoofilia o pedofilia, y que seguro que a más de un lector le puede producir malestar o, incluso, escándalo. Aun así, todo está tan bien narrado que, como sucede con Lars Von Trier en cine, se perdona estas aberraciones, elevándolas a la categoría de arte, aunque nunca gane un Nobel (como Von Trier nunca ganará un Oscar). Un escándalo que le ha acompañado en toda su carrera, pues todavía recordamos como le conocimos, a través de Fernando Arrabal, por su polémica al ser denunciado por diversas asociaciones islámicas y de derechos humanos al afirmar que la religión coránica es «la más idiota del mundo». «Injurias raciales e incitación al odio» del que fue absuelto y que volvió a manifestar por escrito en uno de los momentos más emotivos de «Plataforma». Un tipo que no hace amigos, criticado por los «progres», por los herederos de Mayo del 68 (con el que suele ser crítico), por la derecha, los conservadores y calificado de misógino y xenófobo. Da igual, Houellebecq sigue escribiendo como le apetece, contando lo que le apetece y con una pléya de seguidores que esperan sus nuevos trabajos con avidez.

Un autor que en estos años de memoria calcinada donde lo mismo se considera gran literatura un hilo de Twitter o cultura cualquier cerril «influencer», un personaje como Michel Houellebecq resulta molesto y perturbador, no dando respuestas y creando más preguntas sobre la condición humana de este siglo XXI que nos ha tocado vivir. Un mundo que solo busca la belleza de la juventud y convertirnos en máquinas que consigan el mayor beneficio, otorgándonos nuestra ración de información y lo que debemos pensar. Una uniformidad que el galo destroza, retuerce, mostrándonos que ni somos tan importantes como creemos y que con toda probabilidad acaben desplazándonos. Como titulaba uno de sus ensayos «El mundo como supermercado».

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

1 Comentario

  1. Samuel

    A raíz del comentario sobre Franco y el turismo, recomiendo el visionado de un cortometraje y de un documental, ambos de Óscar Bernàcer. El corto es «Bikini» y el largo «El hombre que embotelló el sol».

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