“Te amo, cariño, pero compréndelo, ella es Madonna, ningún hombre en la tierra te dirá que no la desea” Así lo cantaba Robbie Williams en She’s Madonna, aquel tema inspirado en el momento en el que el director Guy Ritchie le anunció a su esposa que la dejaba por Madonna. Quizás Robbie exagerara un poco pero es cierto que Madonna ha sido un mito erótico para varias generaciones de hombres y un ejemplo a seguir para varias generaciones de mujeres. Incluso es un ejemplo para varias generaciones de gays, colectivo al que siempre ha defendido y actualmente son su mayor valedor. De hecho, cuando uno piensa en una estrella musical femenina de las últimas 4 décadas, la primera que viene a la mente es Madonna. La chica que rellenó con su imagen más paredes y carpetas de escolares de ambos sexos en los 80 y 90 cumple hoy 60 años. Su incuestionable reinado de estrella pop interplanetaria se extiende a lo largo de 4 décadas. Se dice pronto. Ya desde sus inicios como bailarina de Patrick Hernandez y su Born to be alive se podía intuir a una joven con unas ganas ingentes de comerse el mundo. Con esfuerzo y una voluntad inquebrantable, Madonna Louise Veronica Ciccone logró su objetivo de ser la número 1. Madonna ha vendido más de 300 millones de discos y es la mujer que más discos ha vendido en el siglo XX. Esta material girl ha sido tan poderosa que incluso Warner le permitió crear su propia compañía de discos, Maverick, cuando el negocio discográfico todavía era rentable.
La ambición rubia ha sido durante estos 35 años azote de las mentes más puritanas a base de escándalos siempre controlados y rentables. El negocio es el negocio. Nada de romper en directo fotos del Papa de turno. Madonna, fría y calculadora, nunca ha perdido el olfato comercial y ha sabido calcular el efecto de cada provocación. Ha optado por ese dúo mal avenido que son sexo y religión católica que tanto dinero le han hecho ganar. Ya lo decía Dalí: Que hablen de uno aunque sea mal. Sus provocaciones siempre han levantado muchas más ampollas en su puritana América que en la vieja Europa, desde donde sus provocaciones se nos han antojado no pocas veces ridículas. No nos engañemos, Madonna no es una artista, es una marca, una franquicia en sí misma. Un producto elaborado para el consumo masivo. Como tal producto, pocas pegas podemos sacarle. Quizás se puso muy pesada con lo de ser actriz, sus intentos de dirigir cine fueron un desastre y fue demasiado lejos con aquel libro de fotografías llamado Sex. Pero a cada tropiezo le sucedía una corrección de rumbo y un nuevo acierto en la diana. Consciente de que vales lo mismo que tu último single o tu último escándalo, Madonna se ha reinventado docenas de veces sin dejar de ser ella misma y sin perder nunca el beneplácito del público. Algo digno de elogio. Prácticamente, ha hecho de todo y siempre lo que le ha dado la gana. Su influencia ha sido innegable: puso de moda la lencería, popularizó los corsés y hasta los sujetadores con forma de cono de su amigo Jean Paul Gaultier. Ha sido rubia, morena y hasta castaña, se ha vestido de beata, de dominatrix, de torera, ha perpetrado la peor canción de una película de James Bond, ha besado a un santo en el vídeo de Like a prayer provocando que el Vaticano recomendara no ir a sus conciertos, se ha crucificado en directo, ha interpretado a Eva Perón y ha ganado un Globo de oro por ello, ha escrito libros infantiles (¿?), ha sido entrevistada por Martes y 13 en una de las entrevistas más surrealistas de la historia, y hasta ha inspirado el mejor diálogo de Tarantino.
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Sinceramente, no creo que Madonna haya aportado gran cosa a la historia de la música. Tampoco su adorada Marilyn Monroe aportó mucho al noble arte de la interpretación. Sin embargo, probablemente serán la actriz y la cantante más recordadas del siglo XX. Los mitos son así, muchas veces se construyen sobre cimientos de barro. Si bien ha habido una notable evolución vocal, su voz aguda de los inicios ha ido ganando cuerpo, Madonna no posee una voz excepcional ni su afinación es asombrosa. No es Ella Fitzgerald, ni Aretha Franklin, ni Janis Joplin, ni Withney Houston, ni Tina Turner. Tampoco es una gran compositora y sus letras se podrían tildar de mediocres. Lo suyo es el pop de masas, es a la música lo que la hamburguesa a la gastronomía. Más allá de unos cuantos hits incuestionables, su mayor mérito es haberse rodeado siempre (y a golpe de talonario) de los productores de moda en cada momento. Tal es su fórmula de la eterna juventud. Como auténtica vampira que es, extrae lo mejor de sus colaboradores para abandonarlos una vez exprimido su jugo vital. Así su música se mantiene siempre joven. Que le pregunten a Patrick Leonard, Shep Pettibone, Nile Rodgers, Babyface, Nellee Hooper, William Orbit, Massive attack, Timbaland, Mirwais o Stuart Price. Tampoco le ha fallado la intuición a la hora de elegir artistas invitados, elegidos siempre entre lo más chic del momento: Björk, Lenny Kravitz, Nicky Minaj, Kanye West, Justin Timberlake, Pharrell Wiliams, etc Hasta el mismísimo Prince compuso un tema con Madonna. Todos ellos han dejado su impronta en los discos de la diva, a veces más que ella misma. Lo mismo se puede decir de los directores de sus videos clips, tan elaborados que algunos son auténticas obras de arte.
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¿y qué decir de su directo? Sometida a una disciplina casi olímpica, sus evoluciones sobre el escenario nunca dejan de sorprender. Hace décadas que sus conciertos giran más sobre el espectáculo escénico y la coreografía que sobre la música. Sí, Madonna hace playback y toca una guitarra que no está enchufada ¿y qué?. Cada canción tiene su propia escenografía en una concepción del show en vivo que decenas de artistas posteriores han adoptado con distinto éxito.
Su único enemigo parece ser ella misma al empeñarse en huir eternamente joven hacia delante. Como una versión femenina de Dorian Grey, Madonna se niega a aceptar el paso del tiempo. Nacida en 1958, como Prince y Michael Jackson, Madonna es una superviviente de la fama. Del trío de ases del pop de los 80 solamente ella ha sobrevivido. Por algo será. Salvando la distancias, Madonna pertenece a esa rara extirpe de artistas incombustibles dispuestos a morir sobre un escenario. Me refiero a gente como Paul McCartney, Mick Jagger o Bob Dylan que sobrepasan los 75 y siguen al pie del cañón. La diferencia con los artistas citados es que ella es la única mujer y parece obligada a mantenerse joven y sexy sea cual sea su edad. A día de hoy, Madonna sigue facturando música disco orientada a adolescentes a los que les cuadriplica la edad y que pasan de ella. El futuro se presenta plagado de dudas para la ambición rubia. Su reinado toca a su fin, los retoques y el bótox han pasado factura a su rostro mientras urge una madurez en lo musical. Tampoco perdamos de vista el extraordinario empuje de las nuevas divas como Beyoncé o Rhianna, a priori, mejor preparadas en todos los sentidos. Esperemos que Madonna no acabe publicando versiones de clásicos americanos, un unplugged o esos odiosos discos navideños. Recemos para que no se pase al reggaetón. Tranquilos. Se desconoce cuál será el próximo paso de Madonna, pero seguro que dará que hablar.
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Feliz 60 cumpleaños, Madonna. Sí, venga, yo también tuve un póster tuyo en la pared de mi cuarto.
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