Llegamos al poema número XIX de Las Flores del Mal, la obra de Charles Baudelaire, en este caso, la versión de 1861 que venimos haciendo desde hace ya un año más o menos. La que sería la segunda edición. Dicho poema se llama La Giganta, un nombre de título simbólico para ¿un ser mitológico? ¿una alegoría a la vida desarrollada de manera salvaje – subjetivamente hablando – de una muchacha a la que admira profundamente, incluso como posible ser amado? Quién sabe…
LAS FLORES DEL MAL – CHARLES BAUDELAIRE
LA GÉANTE
Du temps que la Nature en sa verve puissante
Concevait chaque jour des enfants monstrueux,
J’eusse aimé vivre auprès d’une jeune géante,
Comme aux pieds d’une reine un chat voluptueux.
J’eusse aimé voir son corps fleurir avec son âme
Et grandir librement dans ses terribles jeux ;
Deviner si son cœur couve une sombre flamme
Aux humides brouillards qui nagent dans ses yeux ;
Parcourir à loisir ses magnifiques formes ;
Ramper sur le versant de ses genoux énormes,
Et parfois en été, quand les soleils malsains,
Lasse, la font s’étendre à travers la campagne,
Dormir nonchalamment à l’ombre de ses seins,
Comme un hameau paisible au pied d’une montagne.
LA GIGANTA
Los días en que la Naturaleza en su brío poderoso
concebía a diario a los niños monstruosos,
me hubiese gustado convivir junto a una joven giganta
como a los pies de una reina un gato voluptuoso.
Me hubiese gustado ver su cuerpo florecer con su alma
y madurar libremente en sus terribles juegos;
adivinar si su corazón incuba una oscura llama
con las húmedas brumas que nadan en sus ojos;
recorrer a placer sus magníficas formas;
trepar por la pendiente de sus rodillas enormes,
y a veces en verano, cuando los soles enfermos,
cansada, la hacen extenderse por el campo
dormir descuidadamente a la sombra de sus pechos,
como una aldea apacible al pie de una montaña.
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