Me voy a permitir la licencia de copiar parte del prólogo que Stone Gomez, guitarrista y cantante de la banda14-30 escribió para este libro de Teodoro Balmaseda. «…nos dejamos la piel, la vida y el alma en esta locura tan cuerda…por cuatro pavos mal tirados, día tras día y noche tras noche…llevándonos a la boca como único plato, la satisfacción de ser espíritus libres, un buen rock and roll y corcheas a ritmo de blues» porque define a la perfección esta novela, «Buscando oro», que cuenta las peripecias de un músico, que se busca la vida tocando de bar en bar, que además es escritor y lucha con las musas para escribir un nuevo libro y a la vez, lidia con los vaivenes propios de la vida. Estoy seguro que leyendo partes de este libro os vendrá a la cabeza algún conocido. Frankie Boy, es un guitarrista que vive en su vieja furgoneta, que toca a cambio de algo de pasta que le solucione la comida del día y le sobre para algo de gasolina y que va enfrentándose a los obstáculos del camino. El libro está repleto de referencias musicales, que a los que amamos el rock y el blues, nos hacen sentirnos como en casa, compañeros de viaje de Frankie Boy en su vieja furgona llena de trastos y recuerdos.
La novela es de esas que lees en un abrir y cerrar de ojos, la forma de narrar de Balmaseda te hace tener la sensación de que es el propio protagonista, quien cada noche te cuenta los avatares diarios delante de una cerveza. No entra en desarrollar demasiado la historia del personaje, del que vas conociendo el día a día, y solo accedes a conocer parte de su pasado a través de las conversaciones que el protagonista va teniendo durante la novela. El ritmo es rápido, diario, me gusta que haya sido capaz de retratar la continua noria que es la vida, que cuando parece que saca la cabeza llegan problemas, cuando parece que se apagan las luces, una bombilla se enciende al fondo. Es cierto que algunas expresiones me han «chirriado» un poco, y que el autor prefiere utilizar un lenguaje no excesivamente rebuscado, lo que ayuda bastante en la dinámica del libro, ya que ha conseguido que la historia nunca pierda el ritmo. Reconozco que me ha gustado mucho, que he ido devorando páginas mientras a mi alrededor sonaban discos de Rory Gallagher o Robert Johnson, como perfectas compañeras de las palabras impresas. Un libro que huele a rock and roll, un rock and roll en forma de palabras escritas, y la sensación de que las peripecias de Frankie Boy pueden dar para más secuelas e incluso, para un buen comic. Totalmente recomendable.
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