El metal progresivo era algo que teníamos ahí, pero no lo sabíamos, al menos yo, para que andarnos por las ramas. Allá por los noventa, a Fates Warning y a Warlord, les llamaba heavy metal y punto, como a Queensryche cuando sacaron aquel inmenso «Operation Mindcrime», eso es así de sencillo, porque cuando en mi mente aparecía la etiqueta progresivo, era para viajar hacia el sonido de Rush, Saga o Marillion. Pero la aparición de Dream Theater, bendito sea su nombre, nos puso a todos el término metal progresivo en la boca, y amigos, nadie puede negar que las bases del género, están en discos como «Parallels» o «Awaken the guardians». Por eso, cuando los de Jim Matheos se prodigan, que no es tan a menudo como nos gustaría, como muestra los tres años que han pasado desde el anterior y fantástico, «Darkness in different ligth», sabemos que lo que nos van a traer siempre raya una altura considerable. Con un Ray Alder inmenso en las labores vocales, y esa sección rítmica de ensueño que conforman Joey Vera y Bobby Jarzombek, nos volvemos a dar de frente con un gran disco de estos genios, donde la polivalencia entre la oscuridad y la intimidad se dan la mano como hermanas de sangre.
Ya en la inicial «From the rooftops» podemos disfrutar de esos riffs tan característicos, esas arrancadas que marcan estilo. «Seven stars» posee el sabor añejo de la banda, apunta claramente a aquellos días de final de los ochenta, principio de los 90, en los que iban definiendo aún más su propia personalidad. «SOS» con su desarrollo instrumental y sus cambios, define a la perfección la calidad de la banda a la hora de acometer las canciones y en el que sobresale ese contraste entre la oscuridad que envuelve a la música y la melodía que imprime Alder. «The light and the shade of things» comienza como un milimetrado medio tiempo, que explota con fuerza arrolladora para cambiar diametralmente y mantener un pulso entre los constantes cambios y la fuerza del riff, durante sus diez minutos.
«White flag» es pura energía, mostrando el lado más heavy de la banda, con un Alder que sorprende con su versatilidad a la hora de afrontar las melodías y un Matheos descomunal. Reconozco que me encanta «Like stars our eyes have seen», con ese riff tan intenso, y por supuesto la voz, siempre la voz. «The ghost of home» es la otra canción extensa del disco, con sus continuos cambios. El tema título pone fin al disco, sin ser esos excesos y excelsos de antaño, pero esta instrumental cierra un muy buen disco, un gran disco diría yo, que se sitúa por méritos propios dentro de lo mejor del metal progresivo de este 2016.
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