Hoy se ha muerto un trocito de rock and roll. El ritmo de los Rolling Stones, el tempo de Sus Satánicas Majestades ha pasado a mejor vida. Siempre hemos asociado a Mick Jagger y Keith Richards con los Stones, pero Charlie está con ellos desde el inicio, desde 1963. Ha tenido problemas con el alcohol y las drogas, pero hace más de 35 años que lo superó y estaba limpio, y su vida se ha marcado por ser el Stone tranquilo, la calma tras la tormenta, el contrapunto a los excesos de Richards y Jagger.
Casado con la misma mujer desde 1964, sin avatares reconocidos por las rock stars, su madurez le inclinó hacia sus dos grandes pasiones musicales: su banda de jazz y acudir a conciertos de ópera junto a su esposa.
Parece que fue ayer, pero hará casi 40 años que apareció en mi vida. Yo era un chaval de apenas 10 años cuando vio que ponían el video clip de uno de sus temas en televisión. Con la fama que arrastraban y el anuncio de estar censurado en medio mundo apareció el clip de “Undercover of the night”, mi primer recuerdo de ellos.
Desde entonces he ido creciendo y los Stones siempre han estado ahí, y Charlie con ellos. En 1994, con “Voodoo lounge” ya eran parte de mi miscelánea musical diaria. Temas como “Love is strong”, “You got me rocking” o “Mean disposition” me asociaban a ellos, y su ritmo siempre era impulsado por las mismas manos. Finalmente pude verlos en directo con la gira que celebraba sus 40 años de existencia, un 40 Licks que me maravilló y me hizo cumplir uno de mis sueños.
Charlie es uno de esos tipos que, sin darse humos, sin parecerlo, siempre estaba ahí, al final del escenario, con su eterna sonrisa y su tempo pausado. Hoy hemos perdido un pedazo de r’n’r, y se ha ido como siempre, tranquilamente, sin hacer ruido, medio escondido, solo como él hubiera querido.
No deberíamos ponernos tristes, sacar una sonrisa de las suyas y volver a poner uno de sus discos. Descanse en paz.
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