No creo que componer música sea igual. Que el músico se enfrente a una serie de sonidos y decida por donde quiere que sus pasos sean guiados. Bueno, a veces si, pero eso es harina de otro costal. Y la mayoría de las veces esa búsqueda rápida del éxito termina con el despeñamiento del protagonista por el oscuro barranco del olvido, ese que está en su fondo lleno a no poder más de pudo ser y no fue. Y aún así sus hambrientas fauces siguen abiertas recibiendo al incauto cegado por las luces de neón. Admiro profundamente a aquel que es capaz de crear. Convertir la nada en algo. Dotarla de vida e inmortalidad. Aquella vez que me enfrenté cara a cara a La Piedad de Miguel Ángel comprendí que la genialidad, la gloria, la perfección está al alcance de muy pocos. De casi nadie. Detener el tiempo frente a ella es como rozar la yema de los dedos de Dios. En mi caso. En el vuestro sea aquello que consideráis en un plano superior, como hacedor de belleza infinita.

Volvamos a terrenos más mundanos. Aún así sigo admirando profundamente al que es capaz de convertir el vacío en arte. Además defiendo a capa y espada que en este mundo nuestro donde tenemos que comenzar a ser capaces, por nuestro bien y sobre todo de los que vienen detrás, de distinguir lo bueno de lo malo, entendiendo toda la subjetividad que ello conlleva. Ser crítico es la mejor forma de ser útil. Este mundo nuestro de la música peca demasiadas veces de un interés excesivamente insano de agradar. Un miedo desconocido por inexistente a ser señalado. Cuesta, está claro. Necesitamos músicos que sigan apostando por el viejo rock and roll. Es una fe de vida a la que vendí la mía sin pretensión de recibir nada a cambio. Y a su vez necesitamos músicos capaces de arriesgar, para mantener el equilibrio. Néfele son de los que han decidido jugársela a cara o cruz con su propuesta. Ellos mismos, Andoni Ros y Salva Fernando, se refieren a su música como rock progresivo/ambiental. Arriesgan lanzándose al vacío con una historia que seguramente no tenga abiertas la puerta del seguimiento masivo. Se aferran al Do It Yourself, desde la producción al trabajo de portadas y arte gráfico. Quizás eso me hace pensar como podría sonar esto en un estudio bajo la mirada atenta de un productor y un considerable presupuesto.

«Cristal» abusa de muy buenas maneras de las atmósferas como hilo conductor para mantenerte dentro de su camino de baldosas amarillas. De ahí mi comentario de más arriba, porque este e.p. suena realmente bien si nos referimos a aspectos técnicos, dejando claro el potencial de estos valencianos. «Encrucijada» es la encargada de abrir el portón al mundo de Néfele. Importancia suprema a la instrumentación, calma tensa que anuncia lo que se viene encima. Esa guitarra impostada por atrás que anuncia una fuerza que no dejan explotar a conciencia, produce esa sensación  de dejarte llevar. Casi sin darte cuenta te metes de lleno en «De la roca (me muevo, luego existo)» en la que esta vez si dejan aparecer aunque de forma controlada esa potencia escondida en el riff de guitarra que rasga la atmósfera creada. «Oceáno de cristal» te mece con suavidad, como una nana en un lugar de ensoñación que se ve azotado por la fuerza de esa guitarra que aparece y desaparece buscando y encontrando su sitio exacto. Ese contraste de guitarras metálicas y voces de querencia pop les queda de maravilla. «Erial» es breve pero intenso, desconcertante a la vez que acogedor. Mejor escucharlo que explicarlo. «El vacío» es un corto interludio que desemboca en «La verdad» donde de nuevo la fuerza contenida de la guitarra lucha frente al sosiego que ofrecen teclado y voz, enriqueciéndose ambos lados con la dualidad. Eric Baulenas de Moonloop pone su guitarra al servicio de «Retorno» adquiriendo protagonismo frente a ese latido perpetuo que propone la canción. Un muy buen trabajo de Néfele que requiere de varias obligadas escuchas y del que recomiendo sobre todo poner tus sentidos a su servicio.

NÉFELE – Cristal

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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