Luis Eduardo Aute nunca hubiera pasado de la primera ronda clasificatoria de uno de esos programas de talentos que usan la música como excusa. Ni su voz ni su afinación eran gran cosa. Tampoco sus canciones impresionaban así, de primeras. Su talento era otro, uno difícilmente detectable en 3 minutos. Como el de Cohen, Dylan o Sabina, su talento residía más en el mensaje que en el medio.
Difícil de catalogar, Aute no fue un cantautor al uso cuando eclosionaron por docenas en la gris España de los 70 ni fue un músico de éxito nacido al albor de la movida en los 80. Aute fue siempre Auténtico y fiel a sí mismo. Luis Eduardo Aute se expresaba a través de la pintura, la poesía, la música y el cine. Siempre se consideró más un pintor que ninguna otra cosa. El singular erotismo de sus cuadros estaba presente en sus versos y sus canciones. Ese canalla enamorado, nostálgico derrotado por el paso del tiempo, deambulaba por cuadros y canciones con su mirada extasiada en cuerpos desnudos de mujeres. El perenne cigarro de Aute se consumía en su boca mientras maldecía a este mundo inútil que confunde información con conocimiento.
Para Aute, músico a regañadientes y casi a su pesar, la letra fue siempre más importante que la música. En sus versos plasmaba sus contradicciones: era lascivo y místico, tímido y exhibicionista, etéreo y carnal, sincero y cínico… pero siempre pensó que AMAR era el verbo más bello. Por sus versos deambulaban como viejos amigos personajes como Sam Peckimpah, Goya, Baudelaire, Ernest Hemingway, John Lennon, Truffaut, Calícula, Juana La Loca o Nerón. De cultura extensa y buen amigo de sus amigos, Luis Eduardo Aute nos dejó buena parte de los mejores versos en castellano de las últimas 5 décadas. Se dice pronto. Ahí quedan, para siempre y para quien las quiera disfrutar, canciones como Al alba, Aleluya n.1, Una de dos, Quinta del sordo, Pasaba por aquí, Slowly, Tu latido, Cine, cine, Mojándolo todo, Rosas en el mar, Mirándonos los dos, No te desnudes todavía, Quiéreme, El viento, el tiempo, etc etc etc
Nunca tuvo móvil, ni twitter ni Facebook. Para Eduardo el fútbol y la tecnología eran el nuevo opio del pueblo de este país hostil a toda manifestación social ajena al deporte. Un país enemigo de la cultura que, paradojas de la vida, ha engendrado un buen ramillete de genios de los que ahora nos quedan uno menos.
Descansa en Paz, maestro trovador.
“Ay, amor mío
Qué terriblemente absurdo es estar vivo
Sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido
Sin tu latido”
“Nos va ocupando
una incipiente indiferencia que levanta
su voz
en silencio precoz
avisando
que el fantasma del tiempo no vive en
la edad
sino en la soledad,
esa prisión
donde envejece el corazón”
“Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba “
“Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza”
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