Si el viento imperante en la zona ya nos dio mala espina, el esperable mal sonido que amedrantó el buen hacer de Siniestro Total nos obligó a esperar lo peor. El viento se llevaría volando los acordes de Los Suaves, y su primera visita a la comunidad en su gira de despedida nos dejaría a medias. El sonido no acompañaría.

Hay que ver en qué nos convierten las malas experiencias acumuladas: pesimistas redomados.

Los Suaves no sólo sonaron impecables, en las antípodas de lo visto con sus precedentes, la banda de un Julián Hernandez que ain con una mezcla de lo más desnivelada y un viento a la altura del cierzo zaragozano, consiguió levantar el ánimo de los asistentes con clásicos infalibles. Los Suaves salieron a escena como siempre, a matar. Y ya sabemos que esta banda depende del día que haya tenido Yosi, del resultado de su pelea con los gin tonics. Anoche, más cercano a los setenta años que a los sesenta, cumplió como hacía años que no. Cantó lo mejor que sus excesos le permiten, aunque por debajo de los límites que marcan sus penas. Vocalizó, entonó y, sin descanso, animó al público y a sus compañeros. Sin duda, vimos al mejor Yosi de la época crepuscular de la banda.

También a los mejores Suaves. Al Charly de la sonrisa hasta la nuca, al Alberto más suelto y simpático, al Fernando más impecable y al Tino más demoledor. Los Suaves sonaron lejos de la aspereza, con un sonido de guitarra limpio, tan cristalino que los punteos de «Cuando los sueños se van» nos rajaron los tímpanos, y aquello sólo era el comienzo. Tino encadenaba finales con empieces, con tanto ímpetu que las canciones no se pisaban de milagro. El reguero de clásicos no dio tiempo ni a emocionarse con las palabras de despedida de Yosi, lamentando desde ya el final de una banda que más que banda, es vida.

Ese señor de barba navideña y actitud infantil del que cuidan varios compañeros, dijo: mi casa, esta noche está aquí, porque mi casa es el rock and roll. La nuestra, sus canciones. Y si él planteó, entre sonrisas y lamentos, «qué va a superar esto, por Dios?», nosotros lo ratificamos: esa banda, ese repertorio y esa figura de perdedor pero «nunca fracasado» que arrastra decalitros de whisky con lastimoso orgullo de sufridor, no dejan relevo.

Se quieren despedir a lo grande y jugaron a lo seguro: a los «No puedo dejar el rock», «San Francisco Express», «Si pudiera», y ese «Dolores» que a nadie fatiga. Rescataron el «Esta vida me va a matar» y redondearon la actuación con un clásico, los cañones de confeti, y un «La noche se muere» en la que un espectáculo no menos infalible puso final a la tormenta de rock: dos de los mejores guitarras del rock español jugando a ser héroes del instrumento al frente del escenario, peleando en un ring rítmico demoledor. Si aquello no era lo que todo rockero querría ver, que venga un el dios gatuno y lo vea.

Qué difícil es decir adiós.

Setlist:

Cuando los sueños se van
Palabras para Julia
Maldita sea mi suerte
Si pudiera
Por una vez en la vida
No puedo dejar el rock
Viajando al fin de la noche
¿Sabes? Phill Lynnot murió
Esta vida me va a matar
Mi casa
El Afilador
Dolores se llamaba Lola
San Francisco Express
Massacre
Ya nos vamos
La noche se muere

by: Edgar

by: Edgar

A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

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