Cuenta el astuto y no siempre bien intencionado refranero español, que nadie es profeta en su tierra. Pero como lo que finalmente pesa son los hechos y no las palabras, por muy bien remodeladas que puedan construirse, Saurom se encargaron al amparo de una de las últimas noches de agosto de romper en mil pedazos dicha afirmación. Enmarcados en el Bahía Sound de San Fernando, Saurom convocaba a una enorme legión de fans que como el gran número de camisetas con su nombre demostraba, se reunían con la banda como principal foco de atención a pesar de ser un cartel compartido. Largas colas de fieles se convocaban 4 horas antes de la apertura de las puertas para recibir la comunión de un domingo noche bajo la bendición de un verano que va escribiendo sus últimas frases de despedida.

No voy a esconder mis cartas porque presumir de tahúr nunca se me dio demasiado bien, así que debo reconocer que  incluso ante el estado de animo elevado que me rodeaba,  conservaba cierto grado de escepticismo ante lo que la banda iba a ser capaz de ofrecer sobre el escenario, estando preparado para introducir mis dedos en las llagas y así comprobar si tal y como contaban, el estado de gracia de la banda se encuentra en ese momento en el que ya no existe vuelta atrás y solo queda seguir avanzando mirando hacia delante. Tras las intro de rigor que enerva aún más el estado de ansiedad de los presentes, Saurom hacen su aparición sobre el escenario frente a una audiencia que casi llena en su totalidad el recinto, confirmando el poder de convocatoria del grupo y además como hecho consumado la presencia de mucha gente joven, receta necesaria para mantener con vida este Rock And Roll de nuestras penas y alegrías.

Desde el primer instante me sorprenden, para bien, al comprobar que manteniendo intacto ese espíritu festivo del que grupo hace gala y sobre el que han construido no solo una marca reconocible sino también una filosofía propia, suenan contundentes, duros, formando un bloque solido arriba del escenario que no permite grietas que puedan ser tapadas con falsos con artificios propios del directo. La continua entrega de un público que canta, grita, salta y baila como si no importase nada más en ese preciso instante, alimenta a un grupo que se crece sobre el escenario, consciente del camino llano que puede ofrecer dicha rendición sin condiciones y a la vez conocedores de la enorme responsabilidad que ello conlleva. Jose Gallardo sigue llevando el peso escénico y visual del grupo, con sus continuos gestos de cariños a sus compañeros y su entrega sin fin a un público que le corresponde de la misma manera, descargando a la vez a sus compañeros de esa tensión y permitiendo una sobriedad que casa de manera excelente cuando se convierte en conjunto.

Saurom se presentan como un grupo curtido cuyas canciones suenan compactas, muy trabajadas, llevadas con pasión al directo y a pesar de algún pequeño incidente de sonido muestra a unos músicos capaces y solventes que a la vez que disfrutan – dicen que los ojos son el espejo del alma pero en este caso yo añadiría que la cara de los miembros de la banda actúa como objeto de dicho reflejo – consiguiendo que entre efectos y parafernalia, mostrando que Saurom son conscientes también de la importancia del aspecto visual de sus conciertos, sea sobre todo las canciones en si las que se muestren como las verdaderas protagonistas de la noche. La polivalencia musical de Narci Lara que alterna instrumentos y apoyo vocal, la contundencia de Antonio Ruiz a la batería que conforma junto a Jose Gallardo una milimetrada sección rítmica, algo tan importante como muchas veces no lo suficientemente valorado dentro del hard rock, los teclados de Santi Carrasco, el trabajo a la guitarra de Raul Rueda y debo de reconocer la gran labor vocal de Miguel Ángel Franco, cuya voz en directo me convenció y que además se mostró como canal de comunicación entre el grupo y su público.

La reacción de la gente ante canciones como «Salta», «El queso rodante» o «Vida» son suficiente explicación ante la que sobran palabras y párrafos completos para explicar el fantástico espectáculo que Saurom estaban derrochando esta noche. Como el propio Miguel Ángel Franco anuncia, esto va ya cuesta abajo y sin frenos, el delirio se apodera del público, y por que no decirlo, también del escenario mientras suenan «El lazarillo de Tormes», «Noche de Halloween», «El carnaval del Diablo», la inevitable «El círculo  juglar» que desató aún más la locura invocando la danza rítmica alentada desde el escenario y «La taberna». Una gran noche y un excelente concierto del que este que escribe, después de introducir hasta el codo en las llagas como un Santo Tomás de calaveras relucientes, salió totalmente convencido y convertido. 

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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