Entre semana nuestros días se llenan de obligaciones que no siempre nos gustan. Corrijo. Que rara vez nos gustan. Es lo que hay, madurar tiene sus cosas buenas por las que tenemos que pagar un precio, y no me refiero a dinero. Pero, además de las cosas buenas, están los regalos. Esos momentos que la vida te deja. Para ti. En el momento que necesitas. Y cuyo recuerdo es el mejor alivio a los malos momentos del día a día.

Bueno, pues como ya podréis imaginar (si no para qué he metido el párrafo anterior), anoche tuvimos uno de esos regalos. Bueno, anoche para vosotros. Para mí fue hace dos horas. Los pitidos de mis oídos dan buena fe de ello.

El envoltorio, que fue la Sala But, escondía algo muy especial. No era un simple concierto. Sino un concierto histórico. La primera vez que Underoath vienen a España como cabezas de cartel, y la segunda desde su nacimiento. Ya que unos cuantos privilegiados, que estaban también hoy (no es mi caso, por desgracia), fueron testigos de su primer concierto en España durante el Download Festival del año pasado. Así que había ganas desde hace mucho. Como bien dijo el cantante de Against The Waves, la banda encargada de iniciarlo todo.

 

 

Los madrileños, que jugaban en casa y se notaba por el público que no sólo estaba allí por la banda principal, se marcaron un set en el que no había lugar para el descanso. Sabían lo que venía después y que podían estar a la altura. Y lo estuvieron. Con un repertorio que sirvió de muestra de su discografía para los que los desconocíamos, demostraron que si esta noche estaban donde estaban es por méritos propios. Temas cañeros pero con estribillos pegadizos y pasajes que no sólo te harán soltar adrenalina sino también bailar. A destacar la técnica en la ejecución de todos ellos. Totalmente envidiable.

Luego ya vino lo que vino. ¡Y vaya lo que vino!

 

 

Underoath entraron dejando más que claro por qué, aunque estén a miles de kilómetros y no hayan venido hasta el año pasado, aquí se les venera como lo que son. Una de las bandas más importantes que surgieron en la década pasada. Una banda de culto en nuestro país. Y ello se notó porque los asistentes, desgraciadamente no muchos, hicieron que se sintiesen como si llenasen un estadio. No hubo una estrofa que Spencer Chamberlain o Aaron Gillespie cantasen solos. Todos los riffs de guitarra fueron cabeceados. Todos los segundos de inicio vitoreados y los finales celebrados. Aunque con el deseo de que nunca acabasen.

 

 

El set list estuvo muy equilibrado. Con mucho de su último trabajo Erase Me, del que están más que orgullosos como bien dejó claro Spencer Chamberlain en la entrevista que le hicimos. Para empezar “On My Teeth” y “Rapture”. Luego no faltaron algunas como “Ihateit”, “Sink With You”, “Hold Your Breathe”. Todos ellos estupendamente recibidos y disfrutados por la audiencia.

Pero en cuanto sonaban las canciones de sus anteriores discos, el público se volvía loco. Tantas veces deseando compartir en directo temas como “Breathing Into New Mentality”, “In Regards To Myself”, “It’s Dangerous Business Walking Out Your Front Door”, “A Boy Brushed Red Living in Black and White”. Aunque, si cuento con el debido permiso, el gran regalo de la noche fue escuchar “Too Bright to See, Too Loud to Hear”. Una pieza lenta que creó magia. Era imposible no sentirse contagiado de la actitud de Spencer Chamberlain mientras danzaba, casi en trance. Para finalizar, como no podía ser menos, “Writing On The Walls”. Una de las más deseadas (seguramente la que más).

 

 

¿He dicho que el público estaba entregado? Pues Underoath no hicieron más que marcar el ritmo. Viviendo su ejecución con sinceridad, ya que se nota cuando una banda toca en directo y cuando repite una y otra vez un concierto ensayado. Todos a un nivel de implicación máximo. Spencer Chamberlain y Tim MacTague sin dejar de moverse, cantar, tocar, y sentir la música. Aaron Gillespie siempre presente no sólo por su voz sino por esa manera de tocar la batería tan personal (e intensa). En los teclados, Chris Dudley se quedó atrás, pero creedme que jamás lo vi quieto.

 

 

Y todo llegó a su fin. Como suele ocurrir. En cuanto se encendieron las luces de la sala tocaba lo más difícil. Salir a la superficie, de vuelta a la realidad. Y la realidad es que seguía siendo lunes. Aún así, no fue un lunes cualquiera. Ojalá todos los meses un lunes así. Nos incitaría a hacer algo que nos puede parecer extraño: desear que suene el despertador a las seis de la mañana.

 

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by: Pablo Ruiz

by: Pablo Ruiz

Aporreador de cuerdas tensadas que emiten bajas frecuencias. Interesado en la buena música y en todo lo que la envuelve. Aficionado a juntar letras con cualquier tipo de excusa.

2 Comentarios

  1. Juancho

    Excelente Crónica! Se puede decir más alto pero no más claro! Vaya noche!

    Responder
    • Pablo Ruiz

      Muchísimas gracias!!! Todavía estoy flipando!! Un saludo

      Responder

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