47 tacos cumplí hace unos días. ¡Pues no lo pareces!. Me repiten sin cesar. Algunos con sinceridad. Otros por compromiso. Incluso habrá quien con ironía. Casi medio siglo recorriendo las calles, bien sea como un chaval pateando un balón, al crecer buscándome la vida. No se si los aparento o no. Al menos físicamente. En espíritu ya os aseguro que no. Posiblemente caí sin remedio ni oposición cual Obelix del vulgo en un caldero donde cocían a fuego lento el Síndrome de Peter Pan. Bueno. Quizás mejor pretender tener veinte eternamente que mutar de los diecisiete a los sesenta como le ha pasado a más de uno. Eso si. Las costuras del día a día no te las quita nadie. A fin de cuentas la vida es eso. Besos y pellizcos. Sonrisas y bocados a veces a partes iguales. Las caricias te hacen remontar el vuelo casi tanto como las patadas a traición. Nadie dijo que fuese fácil. Aunque tampoco moran en mi demasiadas quejas. He conseguido que la mayoría de mis heridas dejen de supurar. El rencor nunca fue un buen remedio para el alma. Simplemente dejé de lado a quien no me interesaba. Mi tiempo, ese del que jamás conocerás su fecha de caducidad y cuando lo sepas ya será demasiado tarde, es demasiado valioso para perderlo en batallas sin importancia. Allá cada cual. En los nudillos de uno de mis puños me tatuaré la palabra experiencia, aunque solo sea para intentar no repetir mis errores que se cuentan por miles. En la otra prefiero que la aguja haga su trabajo hasta completar la frase: «joven siempre».

Que maravilla ser joven y ser capaz de tapar bocas, de provocar admiración. Yo que pasé media juventud de bar en bar aprendiendo de los mayores, se me saltan las lágrimas cuando recibo lecciones de gente joven. Y me llevo más de una. Hace unos meses recuerdo. Las cosas se viven mejor cara a cara. Es donde su viento curte tu cara y deja las marcas, como el mar en la orilla. También en el jodido rock and roll. Aún puedo recrear la primera vez que vi a Whip Shock en directo. Aún tenían demasiadas cosas que pulir, pero las aristas del diamante en bruto que conforman brillaban con la fuerza de las luces de la ciudad. En apenas un año -o vete a saber si más, perder la noción del tiempo es una de mis virtudes, o eso me gusta pensar- se presentaron como una banda con la juventud instalada a fuego en sus rostros pero la madurez necesaria e implementada en su forma de tocar. «Moving Fast» es esa confirmación. Su primer larga duración, para el que han puesto alma y empeño. Y sobre todo actitud y aptitud. Sin trampa ni cartón. Tres tipos dejándose llevar por la energía que les envuelve. Recitando de memoria lo aprendido disco tras disco escuchado en sus habitaciones. Y lo hacen por la puerta grande. Lo puedes percibir en sus rostros cuando hablas con ellos.

«Moving fast» es la primera pieza del engranaje que espero que se vaya construyendo a base de persistencia y dure en el tiempo. El nivel de exigencia será alto. Ellos mismos lo han construido con esta primera piedra. La variedad como parte de un todo. El rock como vigía, como buque que se lanza con fuerza hacia la escollera. Doce canciones con fuerza, melodía, alma. Con la impertinencia que la juventud debe llevar siempre grabada en la piel. Doce canciones para saltar, gritar, brindar las veces que haga falta, para decir bien fuerte larga vida al puto rock and roll. Desde esa inicial «Let it out», agresiva, rítmica en la que en la parte central se descuelgan con un rollo progresivo muy Jethro Tull. Si, porque estos tres tipos que apenas alcanzan los veinte años han crecido escuchando todo lo que caía en sus manos, sin importarles las modas ni perderlas de vista. Ellos mismos me lo contaron. Ese riff entrecortado de «What if» con su melodía propia del rock alternativo made in U.S.A. y ese estribillo fechado en los mejores tiempos de Seattle o la puta locura distorsionada con la banda al borde del histerismo colectivo que resulta ser «Never listen».

Diego, Alejandro y Juan Carlos. Tanto montan, montan tanto. Ese bajo se torna protagonista en «No need more» mientras la guitarra rememora tonos del mejor classic rock antes de situarse frente a frente al oyente con la agresiva y directa «I told you». Ahondan en el tiempo, el espacio, y con «Don’t think too much» derivan sus energías entre el garage rock y el punk antes de que la sensual e insinuante «Know it all» te haga preguntar como hacen estos tipos con tanto futuro por delante para manejar de esa manera los registros. Si hasta son capaces de hacerte bailar con el concepto bien entendido de comercialidad de «Green eyes». Podría seguir describiendo este «Moving fast» hasta el final, pero el cuerpo me pide dejar de escribir y volver a saltar, sudar, disfrutar. El Sur del Sur sigue manufacturando rock and roll de grandes proporciones ideado en los sueños que se esconden entre vinilos y cds amontonados en estanterías. Whip Shock tienen eso tan complicado de poseer. Aquello tan dificil de atesorar. Juventud divino tesoro dijo el poeta. Tocalá de nuevo, Sam resuena en la habitación.

MOVING FAST -Whip Shock

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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