Hace ya algunos años el binomio Mulder y Scally se pasaron diez años bajo el manto del “I Want to Believe”. Uno intentando demostrar la existencia de poderes que van más allá de lo que la mente humana es capaz de asimilar, y ella, intentando encontrar un argumento científico para todo tipo de expedientes clasificados. No, aquí no se trata de encontrar un argumento científico que pueda explicar cualquier fenómeno que en una simple apariencia puede parecer producto de la existencia de poderes sobrenaturales. Aquí, Margaret Matherson , tras más de treinta años de carrera, simple y llanamente, es la encargada de demostrar que todos, absolutamente todos, son una pura y simple farsa.
Margaret desde hace tiempo ha dejado de creer en nada, y suyas son las palabras diciendo que si, por un solo momento pensase que al cerrar los ojos, en el momento de la muerte, existiese algo más, no dudaría en apagar esa maldita máquina a la que, desde hace tiempo, están enchufadas las que con anterioridad eran sus creencias, y es al recordar esas palabras que vuelvo a pensar que, en el momento en que Buckley, tras lo ocurrido en la secuencia del enfrentamiento final, sale del teatro, se hace totalmente innecesarias las explicaciones que Cortés se cree obligado darnos para que entendamos lo que acaba de suceder, y en su lugar, obviando un par o tres de escenas totalmente prescindibles, haber cerrado con una nota muy alta la película, simplemente habiéndose dirigido a la habitación y haber procedido a desenchufar la máquina.
Margaret, interpretada por una colosal Sigourney Weaver es la piedra angular de estas Luces Rojas. Puede parecer que su única obsesión es dejar al descubierto a todos los farsantes que se van encontrando en su camino, y aunque ella proclama a los cuatro vientos eso de que:
“Hay dos grupos de dotados con un don especial. Los que realmente creen tener algún poder y los que creen que no podemos detectar sus trucos. Ambos se equivocan.”
a nadie en el mundo le gustaría más encontrar un solo caso en los que no pudiera dar una explicación razonable sobre su existencia, y de una vez por todas poder, ella misma, desenchufar esa máquina. Una explicación que bien pudiera haber recaído en la figura de Simon Silver, a la que desde el inicio de la película todos los pasos llevan hacía un enfrentamiento final y a la certificación o a poner al descubierto la más grande de todas las farsas.
Y ahí es cuando Rodrigo Cortés podía haber elegido varios caminos diferentes para llegar a ese punto, y es ahí cuando, como no podía ser de otro modo, toma la decisión que se suele tomar en estos casos como es la de ir por los caminos más acordes con los cánones que marca la Industria, no en vano al fin y al cabo todo se reduce a intentar hacer lo más lucrativo posible este negocio.Un camino que no es el primero que sigue tras haber sorprendido al mundo con una primera gran película.
La puesta en escena es simplemente buena, muy buena en la que Cortés nos plantea un viaje que hábilmente va serpenteando entrando parajes llenos de enigmas y esos momentos en los que bordea el cine de Terror, para dar paso en pocos momentos al suspense y al Thriller, con los que logra mantener en todo momento la atención del espectador, y es ahí cuando tiene grandes aciertos que sitúan a la película por la banda alta, pero es ahí cuando aparecen esas dos o tres escenas totalmente prescindibles que Rodrigo Cortés se saca de la manga para caer en esa manía a la que se suele recurrir con esos momentos efectistas que, si bien pueden contentar a un amplio segmento de público, al analizarlos detenidamente nada, absolutamente nada aportan como son esas llamadas telefónicas o algún que otro momento en que la pirotécnica se le va de las manos.
Eso sí, esos dos o tres momentos que, al menos para el que aquí escribe, son totalmente perdonables al recordar esos momentos en que, como si de un viaje en el tiempo se tratase, nos adentran en ese pasillo que nos lleva a la habitación de la luz roja, y una vez en su interior, como si de un viaje en el tiempo se tratase, nos encontramos ante una escena que bien la hubiese podido dirigir el mismo David Lynch. No he tenido ocasión de hablar nunca con Rodrigo Cortés, pero si se diese el caso, estoy seguro que a la pregunta de cuales son sus diez directores preferidos, en esa respuesta aparecería el nombre de Lynch.
Dos o tres momentos que, al menos para el que aquí escribe, son totalmente perdonables al volver a encontrarme con un Robert De Niro sencillamente genial. Y tiene mérito, mucho mérito, esconder a la mejor mirada de la historia del cine tras unas gafas de sol, pero ni eso es capaz de frenar el torrente interpretativo de Robert con el que, en una actuación corta, demasiado corta, consigue transmitir al personaje de Simon Silver, omnipresente a lo largo de toda la película, toda la fuerza y ese halo de misterio necesario, pero contadas son las escenas en que su figura aparece, y es Bucley, encarnado por un portentoso Cillian Murphy el encargado de llevar a sus espaldas todo el peso de la película.
Suspense, Thriller, Terror, dos pesos pesados como Sigourney Weaver y De Niro, aunque tal como sucediese en Heat donde Michael Mann es merecedor de una tarjeta amarilla por no ser capaz de conseguir una gran escena juntando a De Niro y Al Pacino, es aquí donde Rodrigo Cortés deja pasar la ocasión de hacer lo mismo con esos dos pesados a los que ha tenido el privilegio de dirigir. Un excelente joven actor como Cillian Murphy. Una dirección enérgica y contundente. Un buen guión, si obviamos esos dos o tres momentos comentados con anterioridad, son ingredientes suficientes para llegar a ese momento final y cerrar a lo grande un film redondo, pero, lo siento, no hay manera, exceptuando casos como el de Lynch, que se entienda que el espectador es lo suficientemente maduro e inteligente para intentar encontrar una explicación por si mismo de lo que acaba de ver. No hay necesidad de responder a la pregunta de Simon Silver. Simplemente hay que desplazar el objetivo de la cámara y presenciar como se desenchufa la máquina. Lo demás corre a cuenta del espectador.
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Este mes no he ido nada al cine pero desde que vi por primera vez el trailer de esta película me llamo mucho atención y se que muy pronto la voy a ver. No solo por contar con dos grandes como Robert DeNiro y Sigourney Weaver (aunque me he llevado un chasco al leer en tu critica que no salen juntos en pantalla) y un actor joven que va a más sino porque el guión parece de lo más interesante, me gustan los temas sobrenaturales y lo que hay detrás de todos los fenómenos
Bastante de acuerdo con la crítica. El afán de parecerse a Nolan le ha llevado a dar una explicación final que hubiera quedado mejor descartada, que no somos tontos, pero si se quiere llegar al público mayoritario…
Murphy está magistral, y DeNiro derrocha carisma por los cuatro costados, que ya era hora. Verle doblando una cuchara es sencillamente brutal.
A Rodrigo Cortés le puedes preguntar sus diez directores favoritos a través de Twitter. Estoy seguro de que te responderá amablemente, y tendrás para un interesante post :D. Aquí le tienes: https://twitter.com/#!/rodrigocor7es
Comparto bastante la critica, pero en referencia a uno de los comentarios, más que a Nolan, me recordó a los habituales finales de Shyamalan