Rammstein
10/11/2009
Palacio Deportes
Madrid
Autor: Daniel Jiménez Oya
Antes de realizar una crónica más o menos fiel (a juicio de quien escribe) de lo que ocurrió el pasado martes día 10 en el Palacio de los Deportes de Madrid, me gustaría hacer algunos apuntes previos en referencia a determinadas cosas que se han venido diciendo antes y después del concierto.
La primera cuestión es el setlist. Tras darle algunas vueltas al asunto la conclusión es que opiniones hay muchas, pero Rammstein son seis individuos que deciden cómo, cuando y por qué hacen lo que hacen, y contra eso no hay apelación posible. Siempre quedará la opción de elaborar una lista de reproducción a gusto de cada uno, pero nada más. Y la segunda y quizá más importante cuestión que me gustaría comentar es la que hace referencia al desarrollo y duración del concierto. Sobre esto he leído en los últimos días ciertas quejas sobre la actitud de la banda respecto al público que, sin ser despectiva, al menos resultaba un tanto fría. Aquí me gustaría apuntar dos detalles que no creo deban pasar inadvertidos (por supuesto es una reflexión propia y se puede estar en desacuerdo): para empezar, Rammstein vuelca una gran parte del peso de sus actuaciones en vivo en la figura de su cantante Till Lindemann. Si nos atenemos a las muchas declaraciones que Till ha hecho a lo largo de toda su trayectoria (como por ejemplo la entrevista del documental “Anakonda Im Netz”), nos percataremos de que tras esa imponente fachada se oculta un ser humano más, extremadamente tímido por cierto. Esa timidez puede verse transformada en auténticas bestias de escenario a lo James Hetfield (desnudado en el docudrama “Some Kind of Monster”) o una pose de gélida imperturbabilidad en el caso de Lindemann. Más allá de los movimientos propios del tema que se está tocando, ninguno esperamos que el bueno de Till se lance al público o empiece a dirigir coreografías masivas (como creo que sí hizo Billie Joe Armstrong no hace mucho), aparte de lo extraño que resultaría, gran parte del aura de misterio que le rodea quedaría seriamente dañada. Pero hay más. En descargo del vocalista diré que estuvo más involucrado esta vez que en el concierto de 2004, en el cual tan solo musitó un tímido “grrracias” antes de abandonar el escenario. Este año incluso se ha atrevido con una frase completa en castellano así como alabó la enorme entrega del público, que, dicho sea de paso, le adora. Una última consideración: si todavía pensáis que la banda estuvo distante, entonces os sugiero que consideréis el enorme esfuerzo de concentración que requiere un montaje tan espectacular como el de Rammstein en sus directos. Esos tipos juegan con fuego desde el principio hasta el final, un mínimo despiste y se acabó. El hecho de que esa gente se juegue el tipo en cada concierto debería ser una muestra más que suficiente de su compromiso con su público. Y ahora vamos a la música.
Después de disfrutar de Combichrist (si no los conocéis mala suerte), Rammstein se presentaron con puntualidad británica. A las diez en punto de la noche las luces se apagaron y el sexteto ocupó sus plazas en el escenario. Mención especial merece la entrada de Paul Landers (que quedaba justo frente a mí), Richard Kruspe (su gabardina de cuero era puro poder) y Till Lindemann (con delantal rojo, coletas postizas rojas y una bombilla en la boca); los tres irrumpieron en escena rompiendo tres muros, los dos primeros se sirvieron de una especie de maza, mientras que el cantante optó por la sutileza de la radial. He de suponer que se trataba de un homenaje al vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín (no olvidemos de dónde proceden estos angelitos), pero no he contrastado la información. Toda vez que el sexteto se encontraba preparado, el espectáculo comenzó con “Rammlied”, cuya introducción quedó un poco deslucida por el hecho de que el micrófono de Lindemann parecía no querer funcionar, en cualquier caso en un segundo el problema quedó resuelto y pudimos disfrutar de este himno instantáneo en que se ha convertido el tema. Respecto al sonido, puede que desde mi posición (muy cerca de los altavoces) no se pudiera tener una opinión mejor, pero bajo mi punto de vista (o de oído) creo que los bajos sonaron muy saturados, y de eso no se puede culpar a la acústica del recinto, que en el concierto de Metallica demostró se excelente. La primera remesa de canciones de Liebe ist für alle da (a partir de ahora LIFAD) se completó con “B******”, que sonó potente y cruda (como la voz de Till) y “Waidmanns Heil”, cuyo primario estribillo (die kreatur muss sterben) fue coreado a pleno pulmón. Inmediatamente después la grada recibió con alborozo las primeras notas de uno de los mejores y más destructivos temas de la banda. “Feuer Frei!” es una patada en la boca que recibimos con mucho gusto, y a la cita no faltaron las míticas máscaras lanzallamas. El calor se estaba empezando a notar en el ambiente tras un inicio templadito (achacable seguramente al hecho de que una gran parte de las 16000 personas que allí se encontraban congregadas no habían escuchado LIFAD en profundidad, o directamente no lo había escuchado), y para seguir la fiesta “Keine Lust” vino a las mil maravillas, las guitarras sonaron muy potentes, demostrando que tanto Landers como Kruspe se conocen a la perfección, rasgando sin piedad su guitarras al ritmo de riffs asesinos. Antes de retomar una segunda tandas de temas de LIFAD, el grupo lanzó un guiño a los fans de primera hora con la siempre efectiva “Weisses Fleisch”, esta vez no hubo zapatos soltando chispas, pero el gesto de Lindemann golpeando su muslo con el brazo estuvo presente en todo momento (movimiento bautizado “El yunque” por mí mismo), un tema de pogo masivo como no hay dos. Tras una brevísima pausa los que allí estábamos vimos como una serie de muñecos “nenuco” aparecían colgando en el escenario, los ojos de estos muñecos venían pertrechados con unos láseres verdes que le daban mayor surrealismo a la escena. Una imagen tan tétrica no debía sino ir acompañada de una canción más tétrica, y así sonó Wiener Blut”, uno de los mejores momentos del concierto junto con otro que aún estaría por llegar. Tras “Frühling in Paris” (primer momento “romántico” de la velada) llegó el plato fuerte de la noche en lo que a puesta en escena se refiere, el riff de “Ich tu dir weh” en directo es un portento de contundencia, y si eso lo acompañamos con el baño de fuego que Lindemann le propinó a Flake el cóctel queda perfecto. Youtube lo explicará mejor que yo, pero el momento en el que Till es elevado por una plataforma mientras canta “Du bist das Schiff ich der Kapitän” es absolutamente memorable.
La segunda remesa de temas LIFAD terminaría con “Liebe ist für alle da”. Comenzaba de nuevo una vuelta por sus trabajos anteriores, el sonido de un desfile militar nos anunciaba que “Links 2-3-4” estaba al caer, y nosotros le rendimos los honores que se merecen, eso es apostar sobre seguro. Y claro, el delirio llegó con “Du Hast”, tantas veces criticada por estar quemada y más que quemada, el hecho es que a día de hoy sigue siendo la esencia de Rammstein, cantada por todos y aplaudida hasta por los médicos del SAMUR que estaban junto al escenario. El momento 100% cachondo llegó con “Pussy”, sin entrar a valorar la calidad de la canción, lo cierto es que nos lo pasamos de miedo mientras sonó, algo a lo que la banda no era ajena en el momento en el que Till nos dedicó un orgasmo de espuma y confeti; puro espectáculo, puro Rammstein. El último gran momento pirómano llegó con “Benzin”, en donde en los instantes finales apareció un tipo envuelto en llamas, que una vez a salvo no pudo evitar la tentación de chocar la mano de Richard Kruspe, al que se le vio muy cómodo durante toda la noche en su papel de playboy oficial de la banda. Acto seguido todos disfrutamos de una fabulosa interpretación de “Sonne”, tema que tiene en su poder quizá el riff más perfecto de toda su discografía, seguida muy de cerca por otro de sus temas insignia: “Ich Will”, con ello terminaba la aportación de Mutter al setlist, mientras que la divertida “Haifisch” (es un tema mejor de lo que parece) nos indicaba el camino de los bises. Y para ello optaron por la siempre eficaz y sentimental “Seemann”, en donde Flake retomó su vieja costumbre de lanzarse al público en una pequeña balsa hinchable. El público se comportó de manera ejemplar y nuestro querido teclista regresó al escenario sano, salvo y a tiempo de interpretar con los teclados esos silbidos tan conocidos que nos indicaban que “Engel” iba a sonar, solventándola sin problemas mientras que el público coreaba con todas sus fuerzas el archiconocido “Gott weiss ich will kein Engel sein”. Un buen broche para un concierto que llevábamos esperando desde el mismo momento en que salimos de la Cubierta de Leganés en el ya lejano 2004.
Conclusiones musicales se pueden sacar pocas, excepto algún error puntual de afinación (más achacables a los técnicos que a la banda) o de sonido, pero todos sabemos lo que son Rammstein y lo que su música significa. Su simplicidad y contundencia es la clave de su éxito y dentro de esos esquemas (más flexibles de lo que parecen) se van a seguir moviendo. Personalmente opino que no han hecho justicia a discos como Reise Reise o Rosenrot, pagando este último el hecho de no haber sido promocionado con su correspondiente gira. Pero por encima de todo está la predisposición de la banda a otorgar a sus fieles un espectáculo a la altura de las circunstancias, y en ese terreno la maquinaria alemana siempre se ha mostrado infalible. Nuestro querido género Industrial sigue sin estar huérfano, esperemos que por muchos años más.
Daniel Jiménez Oya.
Daniel Jiménez, es un lector de blog y tal como le comenté días atrás, no solo sabe de lo que habla, sino que esta dotado de ese particular don de saber explicarlo, y ese es el motivo de que le pidiese que confeccionase la crónica del concierto de Rammstein, y creo no haberme equivocado al tomar esa decisión, ya que la muestra es la extraordinaria crónica que acaba de compartir con todos nosotros.
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Excelente la crónica, Daniel.
Un saludo
He olvidado mencionar el buen hacer de Oliver Riedel y Christoph Schneider. Siempre en segundo plano pero imprescindibles.
Posiblemente la mejor crónica que se pueda encontrar sobre lo acontecido en el Palacio de Deportes de Madrid el día 11 de Noviembre con motivo de la actuación de Rammstein.
De nuevo, Daniel, gracias por haberte tomado la molestia de realizar la crónica. Y lo recalco, sabes de lo que hablas y como contarlo, cosa que no siempre resulta fácil.
Un saludo.
A mi también me parece una crónica sobresaliente. Yo fui de los que se quedó sin entrada cuando pensaba ir a Barakaldo. Me arrepiento de confiarme y no haberla sacado el primer dia, los vi hace años en Anoeta y me hubiera gustado repetir.
Su último disco me parecía una mierda al principio pero a base de escuchar ya le doy la categoría de bueno. Precipitado que es uno para otras cosas.
Saludos.
Más que un concierto de Rock parece un espectáculo visual, y una vez visto el vídeo que pones una cosa me ha quedado clara, si algún dia voy a un concierto de Rammstein procurare al contrario de lo que sucede normalmente no ponerme en las primeras filas, estoy convencido que mas de uno debió irse a casa con algún tipo de quemaduras y no es de extrañar que los del SAMUR estuviesen atentos
Saludos.
No tienes por qué preocuparte, notamos el calor pero nadie salió herido, el espectáculo estaba calculado al detalle y la organización del concierto fue sospechosamente buena. En todo caso es la banda quien más precavida ha de estar si no quieren accidentes como el de Hetfield en aquella gira (y batalla de egos)con los Guns N’ Roses del año, creo recordar, 1992.
El pasado sábado por la tarde estuvieron en el centro de Bilbao firmando discos y la liaron parda.
Estuvo bien pero hubiese preferido un set list diferente, para mi gusto demasiadas del último disco y sigo diciendo que el sonido del Palacio de Deportes es mejorable
Qué pedazo de crónica Daniel. Felicidades. Y felicidades a ti también Perem. Yo no soy muy seguidor de Rammstein pero el espectáculo tuvo que merecer la pena. No sé si tanto como para pagar esa entrada..Un saludo