Las películas de catástrofes tuvieron su apogeo en los setenta y ochenta y se pueden separar en dos tipos, bien incidentes que averían alguna construcción humana con múltiples personas en su interior y fenómenos naturales desatados y con gran impacto devastador. Del primer tipo servirían como muestra títulos como «Aeropuerto» y sus numerosas secuelas, «La aventura del Poseidón», «El puente de Cassandra» o «El coloso en llamas», mientras que del segundo podríamos hablar de «Terremoto» o «Huracán en la isla». Ejemplos que parecían perderse hasta mediados de los noventa que llegó una nueva remesa en pocos años con el estreno de «Twister», «Un pueblo llamado Dante´s Peak» o «Volcano» aprovechando el «espaldarazo» definitivo con el éxito en taquilla del «Titanic» de James cameron y sus once Oscars al que siguieron «Deep Impact» o «Armageddon». En los últimos años aprovechando la controversia con el cambio climático hemos visto más horrores climatológicos, cintas cada vez con efectos visuales más logrados que comienza con «El día de mañana» para acabar en «Lo imposible», el remake «Poseidon», «2012» o «San Andreas».

Cine que gusta, aunque muchas veces no tenga demasiada calidad y se base en todo tipo de truculencias por querer jugar a ser dios. «Geostrom» se suma a este catálogo de desastres ofreciendo un espectáculo donde la amenaza es global, de varios tipos y que apenas puede contenerse. Desde el prólogo donde una niña nos explica que el ser humano ha ido destruyendo poco a poco el planeta, con un par de millones de muertos con una ola de calor en Madrid como ejemplo, y los científicos han tenido que inventar un satélite que regula el clima. Una serie de sabotajes hacen que otros tomen el control y comiencen un ataque sin control por el mundo mientras que el héroe de turno intente evitar el apocalipsis, junto con su hermano con el que no se habla hace años. Con este disparatado argumento, todo está supeditado a los efectos especiales y algunas secuencias son mejores que otras, desde un terremoto con lava en Hong Kong, un maremoto que convierte a la gente en hielo en Rio de Janeiro, una serie de tornados de arena en Bombay o la madre de las tormentas eléctricas en Florida son el único reclamo de la cinta, que se limita a mostrar los cataclismos con todo lujo de detalles aunque con una falta de originalidad alarmante, pues a los filmes antes citados hay que sumar otros en los que se basan sus imágenes como «Independence day» o «Gravity». Del resto nada destacable y que se pueda tomar en serio, pienso que sus responsables ni intentan dar la mínima credibilidad a lo que pasa, encabezados por Dean Devlin, un productor metido a director y que se dedica a realizar un «pastiche» plano para generar todo el rédito económico posible que contente a todos dentro de los parámetros de la corrección política y así existe la paridad entre personajes másculinos y femeninos, aunque haya secuencias ridículas como los disparos en el taxi por la joven agente del servicio secreto, que parece sacada de cualquier parte de «Los mercenarios» o algunas en el espacio que poseen involuntariamente los momentos de humor en «Moonraker». Todo lo que tenga que ver con la historia es un completo despropósito al que se suma los personajes, llenos de tópicos y sin ninguna profundidad emocional, encabezados por Gerard Butler, hierático a más no poder y que parece empeñado en no mover ningún músculo de la cara para parecer un «tipo duro» y un Jim Sturgess que resulta imposible como hermano menor. Casi tanto como la superagente Abbie Cormish o la astronauta Alexandra Maria Lara con un papel de «mujer florero», no tanto como Liv Tyler en «Armageddon» pero casi. Entre los secundarios aparecen Ed Harris o Andy Garcia para dar cierto empaque al reparto, aunque sus papeles sean similares a los de sus compañeros. Película que no admite el más mínimo rigor ni análisis y que solo contentará si se deja la mente en algún sitio lejano de la pantalla y contempla todo el poder que genera un ordenador en el cine.

GEOSTORM – Dean Devlin

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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