necVivimos unos tiempos en los que los conceptos van variando a toda velocidad para adaptarse a las nuevas necesidades. Es complicado por ello, hablar ahora de una escena underground, permaneciendo en la mentalidad de hace veinte años. Recuerdo que cuando comencé a escuchar death metal, a final de los ochenta y principio de los noventa, discos de gente como Obituary o Pestilence relativamente sencillos de conseguir, gracias a sellos como Metal Blade o Music for the Nations, pero en el momento que te salías de ese círculo, al menos cuando hablamos del sur del sur, como supongo que sucedería en otros lugares que no fuesen las grandes ciudades, todo se movía alrededor de fanzines, catálogos fotocopiados y muchísima cinta de cassette, grabadas de unos a otros, o incluso compradas en aquellos catálogos con los que alguien aparecía, y todos pedíamos para repartir gastos de envío. El sentimiento de pertenencia a un grupo se amplificaban por mil, porque realmente era algo cuya sensación era la de estar solo al alcance de unos cuantos, y cuya vía de difusión era el boca a boca.

Actualmente, buena parte de la escena extrema, continua manteniendo ese espíritu, con sellos dedicados en exclusiva a la distribución del metal más extremo, webs con contenidos muy definidos al igual que ciertas publicaciones, pero evidentemente, todo ello en el concepto de la era actual, en el que a través de Facebook o Twitter, las bandas están capacitadas para llegar en unas condiciones favorables a fans del género de los lugares más recónditos, lo que deja de lado esa especie de anonimato característico, tan propio. Esta fuerza de las redes sociales, también está permitiendo que bandas que habían alcanzado un status de culto, vuelvan a reunirse o a ver reeditados sus trabajos, poniéndose al alcance de la mayoría, aunque ya muchos hubiesen conseguido tenerlos en los malditos mp3, eso si, con sonido infame. Uno de esos casos, es el de una de las primeras bandas de death metal de este país, y posiblemente, de las mejores del género, los utreranos Necrophiliac, a cuyo manager, curiosamente, conocí años más tarde.Formados en el 88, tras varias demos, no fue hasta el 92 cuando lanzaron su disco, «Chaopula – citadel of mirrors-, una auténtica joya, que cuenta con una de las mejores portadas que me he echado a la cara, y os aseguro que son unas cuantas ya. Su sonido bebe del death metal más clásico de aquellos días, del que forman parte, aunque sus influencias más que del sonido europeo que del americano, con unas guitarras donde se pueden percibir reminiscencias del metal más clásico, pero con una dosis extra de oscuridad en sus canciones.

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Ahora la gente de Xtreem Music, reeditan el disco (como también han hecho con el de mis paisanos Feretrum, pero de eso hablaremos otro día), en forma de doble cd y doble vinilo, añadiéndole las demos grabadas por la banda, conformando un total de 38 canciones, incluyendo en su libreto, fotos, portadas de las demos, flyers y una nueva portada para este disco bautizado como «Maze of forking paths». Parece ser que la banda ha decidido, afortunadamente, volver, y de momento, además de un concierto en Sevilla el 3 de diciembre, también están confirmados para la próxima edición del Palacios Metal Fest. Un disco que no puede faltar en ninguna discografía, más aún si quieres saber lo que se cocía en la cocina del infierno patrio allá por los primeros noventa.

NECROPHILIAC – Maze of forking paths

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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