La carrera de Aurora Beltrán comenzó en los ochenta. Sin embargo fue con álbumes como Nieve negra (1991) o La caza (1994) cuando, tanto ella como su banda matriz, Tahúres Zurdos, demostraron la enorme elegancia y el talento que atesoraban como formación. Del mismo que Janis Joplin o Betty Davis –desde dos estilos distintos– desarrollaron una capacidad para purgar con sus demonios internos a través de profundas interpretaciones que encandilaban a la audiencia no sólo por su naturalidad, sino también por el poder de sugestión que éstas eran capaces de transmitir a un público que buscaba reflejarse en ellas. Aurora tomó nota de estas dos vertientes, y de la mano de una formación musical envidiable, en la cual se aunaban no sólo los criterios de las artistas mencionadas, sino también los que heredó de la música de David Bowie, Lou Reed, The Who o Jefferson Airplane, conformó un sonido fácil y directo, accesible a la par que contundente y seco cuando la ocasión lo requería.

Una vez Tahúres Zurdos se disolvieron en 2004, Beltrán empezó una carrera en solitario sostenida por las mismas premisas musicales en lo tocante a su anterior grupo. Álbumes como Clases de baile (2008) o Museo púrpura (2012) acentuaban más, si cabe, su faceta melódica., ayudando a vertebrar un sonido mucho más sentimental y cuarteado, seguramente, por esa mezcolanza de sinsabores y victorias a medias consustanciales al mundo de la música en nuestro país. Con esa premisa se presentó en Murcia el pasado 29 de septiembre en la sala REM. El formato acústico elegido por la compositora navarra no pudo ser más acertado: embellecía y pulía la potente y cuarteada voz de una artista quien, desde el arranque del recital hasta el final de éste rayó a un excelente nivel. Interpretaciones como Metamorfosis, Una noche de amor, Dime que no o Afiladas palabras consiguieron que la audiencia rápidamente interiorizara la propuesta de la artista navarra. Acompañada solo de su guitarra, como si de una Joan Baez o Joni Mitchell se tratara, desnudó sus canciones de la misma forma que entregó su alma a un respetable que esperaba de ella la actitud que la han convertido en la gran dama del Rock español.

La estremecedora Silencio –una composición que dedicó a los enfermos y que retrataba a la perfección la soledad del enfermo, como la de sus seres queridos, que ven cómo la memoria del doliente se va difuminando dejando los recuerdos en mera ficción–, la ya emérita y ecuménica Azul –con Santi Campillo a la guitarra aportando su ya imperecedero y cartesiano estilo blusero, arrancando aplausos y vítores–,  Muerte ven –interpretación triste en la cual la muerte, representada por el tópico latino de ‘amor post mortem’, sobrevive a los que se aman–  sirvieron de enlace para los siempre esperados momentos ‘karaoke’ de cualquier tipo de concierto: Piece of my Heart de Janis Joplin, Tocaré  –el principal buque insignia de Tahúres Zurdos como banda y su hermoso canto a la libertad– o La noche es –adaptación del Because the Night de Patti Smith– cerraron un concierto para el recuerdo, si tenemos en cuenta el largo tiempo que Aurora lleva sin visitar Murcia.

Derrochó simpatía, intercalando bromas junto con pequeños ‘discursos’ en los que agradecía el poder de convocatoria que ejerce la música –mención especial hizo a dos amigas suyas que se encontraban entre el público: dos chicas invidentes que, si bien no pudieron apreciar la luz y la serena dignidad de la artista, sí su música sincera, leal y apasionada–.

Treinta años de trayectoria demostrando cómo la música tiene la capacidad de iluminar corazones que anhelan diariamente un poco de comprensión y consuelo. Con su sonrisa,  Aurora Beltrán conquistó a los que allí congregamos. En una época en que la música se ha convertido en un reclamo de buhoneros y donde un importante sector del mundo de la música, prefiere centrarse en figurar que en disfrutar, Aurora Beltrán simplemente reivindica sencillez y pasión. Y en Murcia lo demostró. Gracias a Lady Guitar, la empresa encargada de traerla, por su estupenda labor y acordarse de todos los que anhelábamos a la voz por antonomasia del Rock en castellano.

by: Alex Palahniuk

by: Alex Palahniuk

Veinticuatro años. Estudiante de Derecho, amante de la música, la literatura, el ensayo y apasionado de la escritura.

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