cheAl final ha sucedido. Los de Rockford – Illinois han pasado a engrosar la nomenclatura de los insignes elegidos del Rock and Roll Hall of Fame: ¿Galardón entrañable o circo exclusivista a cuenta de la cultura de la nostalgia? Me temo que esa consideración escapa a los límites de este humilde artículo aunque uno sospecha que un poco de ambas.

Es tentador situar a Cheap Trick como uno de los muchos grupos de hard rock surgidos en la norteamérica de los 70s a fin de soportar los poderosos embates de los combos ingleses de la época. Ya saben, Aerosmith, Kiss… Orgullosos portaestandartes del género, contendientes en una batalla (difícil de ganar, todo sea dicho) contra los todopoderosos Led Zeppelin o Rolling Stones. Sería una aproximación certera, desde luego, pero nos estaríamos quedando en la superficie.

Y es que Cheap Trick son, ante todo, una banda de dicotomías. Un grupo de arena rock de culto (¿es posible mayor contradicción?) cuyo sentido del humor retorcido casi los conecta con la hornada de bandas salidas de la Generación X (no en vano Kurt Cobain afirmaba que “[Nirvana] sonamos como Cheap Trick, solo que con guitarras más altas”). En plena era del guitar hero Rick Nielsen, con sus imposibles jerseys tricotados, ya ejercía de genuino freak; En una banda en la que militaban Robin Zander “el hombre de las mil voces”, un guitarrista con una guitarra con 5 mástiles y un bajista, Tom Petersson, que patentó el bajo de 12 cuerdas, huían de los vacuos virtuosismos y las exhibiciones técnicas como alma que lleva el diablo, prefiriendo rubricar un cancionero basado en las melodías con gancho y los riffs efectivos, deudo de The Who y los Beatles (Aunque eso sería, de nuevo, quedarse en la superficie)

La historia de los de Rockford, al contrario de lo que cabría pensar, no ha estado marcada por el éxito artístico. ¿Eso cómo se explica? Movidos por oscuras razones, tras firmar su trilogía maestra (esto es, aquella que va de In Color a Dream Police con cénit en Budokan, el momento cumbre de la colisión entre los planetas power pop y hard rock) comenzaron a desconfiar de su buen hacer compositivo, delegando esas funciones en pistolas de alquiler, compositores a sueldo en cuya compañía perpetraron trabajos fríos como el mármol, discos carentes de alma en los que resultaba complicado detectar a los orfebres que habían firmado piezas como “I Want You To Want Me”, “Southern Girls” o “Surrender”. Tiempos oscuros, en definitiva , que los tuvieron a medio gas durante más de una década (discográficamente hablando)

El ansiado milagro de la resurrección a nivel discográfico comenzó a producirse en la década de los 90s. Primero en forma de canciones sueltas (para encontrarlas acudan a “Woke Up With a Monster”) luego, con discos con vocación de nuevo punto de partida como el homónimo Cheap Trick al que, no es una coincidencia, titularon exactamente igual que su lejano debut setentero.

Fue en ese estado de cosas cuando comenzó a gestarse la (re)grabacion de In Color. Siguiendo con las dicotomías, In Color puede que sea su obra maestra, su más atinada colección de canciones, pero, al mismo tiempo, pedía a gritos ser reformulada de nuevo. La razón de esta aparente contradicción hay que situarla en la producción del trabajo original, tan marcadamente radio-friendly y bubblegum que terminaba por aniquilar las pulsiones hard rock del grupo, pudiendo encajar en los momentos más poppies del redondo pero chirriando un tanto en los números más rockeros como “Hello There!”.

Y aquí es cuando Steve Albini entra en escena. Albini, que venía de fajarse en las catacumbas del rock alternativo, presenciando su mutación de fenómeno underground a nuevo mainstream, poseía un currículum a la medida del género: Trabajos como ingeniero de sonido con Nirvana, Pixies o The Breeders que captaban el zeitgeist sónico de su tiempo y lugar. Conociendo su bagaje, podría resultar sorprendente (o no tanto, si somos conscientes de la verdadera dimensión de Cheap Trick) que decidiese, a modo de tour de force personal, convocar a la banda en los estudios de su propiedad en Chicago para regrabar In Color de la cruz a la firma. Fue una acción desinteresada, desde luego. Rick Nielsen recordaría años más tarde en una entrevista para Popular 1 que esa grabación no les costó ni un dólar.

Albini, en suma, supo conectar con la peculiar sensibilidad pop de Cheap Trick y juntos dieron forma al que quizás sea uno de los bootlegs definitivos de la historia del rock and roll: Una reformulación integral de un disco ciertamente mítico, que, milagrosamente, escapa de todo componente nostálgico y logra conectar con las coordenadas de su tiempo.

En ésta versión remozada de In Color Cheap Trick prescinden de florituras y trucos de estudio para mostrarse en su versión más cruda, duros y a la encía. Lo primero que sorprende con respecto al original es el protagonismo -merecido- que pasan a adquirir los riffs de Nielsen, cuyo desempeño era punto menos que anecdótico en la versión setentera del disco. No fue el único beneficiado. La banda suena compacta, próxima a su mejor versión en vivo. Como botón de muestra, una comparativa entre el “Southern Girls” original y el que tuvieron a bien regrabar más de veinte años después:

 

Southern Girls – 1977

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Southern Girls – 1998

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No es de sorprender que, con semejantes mimbres (esto es, una banda en estado de gracia recién llegada a su madurez artística, deseosa de vindicarse y unos temas que, si bien no mostraban todo su potencial en su versión original, pasan por ser de lo mejor del catálogo del grupo) nos encontremos ante un caballo ganador: “Hello There!” es una apertura definitiva; cortes como “Big Eyes” y “Clock Strikes Ten” adquieren músculo y la inyección de decibelios no le sienta nada mal a pildorazos pop del calibre de “I Want You To Want Me”, “Come On, Come On” o la mentada “Southern Girls”.

Sin embargo, por razones nunca confirmadas, el disco jamás vió la luz. Se quedó en el horno. Lo más cercano a una difusión oficial que ha tenido, hasta el día de hoy, fue su filtrado a internet lo que lo convierte en una pieza que, pese a su condición de inédita, resulta relativamente fácil de encontrar.

Resulta extraño. Arriesgarse a regrabar un disco con la vitola de clásico e invertir tiempo y esfuerzo en darle forma para conformarse con que su status sea el de una relativa rareza cuyo soporte habitual va a ser el disco duro de un ordenador. Visto así puede parecerlo pero, situados en ese tiempo y lugar puede ser una decisión casi entendible: Cheap Trick tenían fresco el recuerdo de década y media de reseñas tibias, discos flojos e indefinición artística. En un momento en el que parecían estar recuperando su vigencia (y en el que la retromanía no estaba tan extendida como ahora, todo sea dicho) pretender afianzar su posición con un remake de su etapa de los 70’s (corregido y aumentado, pero remake a fin de cuentas) quizás hubiese sido, temían, un gesto demasiado obvio, un movimiento que los hubiese acercado peligrosamente a un circuito de la nostalgia del que de ninguna manera querían formar parte. Así que, quizás con la satisfacción íntima de haber hecho justicia a su propio legado, decidieron guardárselo en la recámara y, como dicen los guiris, call it a day.

by: Alfonso Moriche

by: Alfonso Moriche

Proyecto de bon-vivant fallido. Clásico fuera de onda, amante de la inmediatez en el rock and roll: Garaje, rhythm and blues, soul, surf, punk, glam y... ¡Oh, anatema! Pop conforman mi dieta musical. Vamos a llevarnos bien, ¿no? También se me puede leer en mi blog, Guitarras y fantasía

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