Resulta que, a veces, hay que tener fe en el público de la capital. Que se lo digan a la gente de The Mad Note Co., que se arriesgaron a traer por primera vez a España a Ryan Bingham, ganador del Oscar, Grammy y Globo de Oro, y firmante de sublimes discos de americana como son Mezcalito o Fear and Saturday Night. A priori, un músico tan arraigado en la tradición yanki no atraería mucho público; total, sus canciones no salen en anuncios de coches. Menos, poner hasta arriba una sala de tamaño medio como es la But. Descartado, pues, que se despida entre vítores tras subir al cielo al respetable, acústica en mano y sala en completo silencio. Pues resulta que, a veces, hay que tener fe.

No sólo la entrada fue excelente, el sonido cristalino y el público respetuoso. Ryan se mostró abrumado por tal recibimiento, hablando a la concurrencia con navideña actitud infantil. Su banda, que incluía a un hiperactivo violinista, se entregó a las canciones con el ímpetu del que no sólo quiere ganarse el pan, sino sorprender a quién lo pide a golpe de aplauso. La comunión se pactó desde el principio, con canciones y alabanzas desmedidas. Tras «Dollar a Day» y «Top Shell Drug», con el sonido perfectamente definido, el público asentado y consciente, y Ryan bien caliente, comenzó lo de verdad.

«Tell My Mother I Miss Her So» fue el auténtico disparo de salida, tocada, como algunas otras, a un ritmo más acelerado que el original, sin salirse del camino, con precisión y brillo. Qué gran acierto añadir un violín al conjunto; más aún a ese tipo en concreto, de aspecto rural y modales veteranos. Cómo sonaba aquello, y lo que vino detrás: «Island in the Sky», «Snow Falls In June», «Sunrise». Acaparando todo el protagonismo su último álbum, quizá el que de más dentro sacó, había sitio para un poco de todo.

Modificados algunos temas antiguos, como «Southside Of Heaven», a diferente ritmo, o la épica «My Diamond Is To Rough», que sonó más cristalina que ninguna y explosiva como no esperábamos, con un sorpresivo éxtasis rockero al final, el de Nuevo México no dejaba de sorprender. Añadiendo dejes rockeros que no se le conocen en el estudio, moldeando cortes, o desnudándolos él mismo al frente, sin batería ni bajo, como «Hallelujah» -quizá la que mas gustó a los presentes-, o «Nobody Knows My Trouble».

Ya cerca del final se atrevió a más y, sin el escudo del violín y la guitarra eléctrica, cayeron «Borracho Station», «Every Wonder Why» y su pieza estrella, «The Weary Kind». Se llevaron la poca coraza emocional que nos quedaba, rindiéndonos ante lo evidente: el talento de un muchacho que ha pasado por lo peor antes de convertirlo en el mejor country rock de la actualidad.

De tal calidad fue el último tramo acústico que, el posterior subidón de volumen y la pesadez eléctrica de los dos últimos temas, supieron más a plástico que a madera. «Sunshine» y «Bread And Water» se habrían saboreado mejor a menos volumen y sostenidas por la acústica de Ryan, en lugar de una eléctrica tan saturada. Sin embargo, lo anterior fue tan, tan bueno, que el propio «The Weary Kind» se sintió como único final, dejando el resto a la altura de un epílogo que, ya se sabe, no es obligatorio leer.

by: Edgar

by: Edgar

A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

3 Comentarios

  1. Nennetz

    Gran concierto, y a mi me gustó también el épilogo eléctrico … una pregunta por favor: quién hizo la introdución desde el escenario? (perdonad si es alguién muy conocido pero no soy español 🙂 .. )

    Responder
    • Edgar Carrasquilla

      Hola Nennetz,

      Gracias por el comentario 😉 El que presentó a Ryan fue Manolo Fernández, locutor y presentador de Toma Uno, programa de Radio 3.

      Responder
      • Nennetz

        Muchas Gracias!

        Responder

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