IMG_1085Fue gratificante observar cómo la Boite se llevaba poco a poco de gente, joven en su mayoría. El público fue desfilando muy poco a poco hasta que, minutos antes de que diera comienzo el explosivo concierto, la sala se vio poblada; no llena, pero con una entrada muy decente, más teniendo en cuenta que era lunes postvacacional. Muchos rondando la veintena. O lo retro está de moda, o hay un pequeño resurgimiento real de lo setentero.

Muy pocos no coreaban las canciones Vintage Caravan. Muchos se volvieron locos tan pronto comenzó a sonar «Craving» a un volumen descomunal que, seguro, hizo temblar los cimientos de la sala. Aquello no era normal, como tampoco lo era el ímpetu de unos músicos excesivamente jóvenes que llevan desde 2006 en activo. Me figuro que cambiaron los clubes deportivos y las primeras cervezas en bares a los que no se les permitía el paso, por el local de ensayo, sus discos de Cream, Hendrix y The Who, y una montaña de horas de ensayo. Si no, estamos ante algo milagroso, pero yo soy más de ciencia y me decanto por lo primero.

Este imberbe trio islandés hizo suyo el escenario madrileño. Lo trataron como esa sala en la que llevan tocando años, el local de pueblo donde todo el mundo va a verlos tocar cada par de meses, allí donde se habrían presentado por primera vez. No pararon de moverse, y ni una vez chocaron entre ellos: química, ensayos y ensayos. Se subieron a los bafles y rozaron con sus mástiles las cabezas de las primeras filas. Sonaron arrolladores, potentes y todo lo compactados que les permitía su ímpetu. Una banda veterana les habría ganado en moderación y poco más. Estuvieron a la altura de lo que vendían.

IMG_1037A «Craving» encadenaron la trallera «Midnight Meditation», y una tras otra, parando para afinar de vez en cuando en escasos segundos, cayeron «Cocaine Sally», «Winterland» y «The King’s Voyage». Hubo un par de tramos psicodélicos y algunos solos de guitarra de kilómetros de largo, crecientes y espectaculares, recompensados con aplausos, pero nada que aburriese. Y así, hasta llegar al punto álgido del concierto: «Expand Your Mind», que hubiera sido un perfecto broche final de haber sonado al término del recital. Por tópico que suene, he de decir que el público enloqueció. Vintage Caravan tocan, además de a un volumen un tanto excesivo, a toda hostia. Escuchar eso, a la vez que ves a tres chavales asalvajados sobre el escenario, te obliga a perder la cabeza a ritmo de hard rock setentero.

Era lunes. Nos dieron las 11:25, y aún así, se pidió «one more song». Y la hubo, como también hubo promesa de firmar todo lo que el público quisiera en el puesto oficial. Un gran concierto de poco más de 70 agotadores minutos, y un gran detalle post show que tanto gusta y tan poco cuesta. El equilibrio entre la potencia y la moderación se gana con los años. Esperemos que para la próxima, conserven el espíritu y limen  -que no hace falta más- el exceso de potencia. Esa forma de tocar y esa mirada de querer comerse al público son cosas necesarias en el rock, y a muchos se les olvida. En Vintage Caravan, es fundamento.

by: Edgar

by: Edgar

A la música le dedico la mayor parte de mi tiempo pero, aunque el rock me apasiona desde que recuerdo, no vivo sin cine ni series de televisión. Soy ingeniero informático y, cuando tengo un hueco, escribo sobre mis vicios. Tres nombres: Pink Floyd, Led Zeppelin y Bruce Springsteen.

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